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La regla dorada de la empatía

HAGAMOS FLUIR LA EMPATÍA DE NUESTRO CORAZÓN

Comportarnos con los demás como quisiéramos que se comporten con nosotros, parece una regla que pudiera practicase sin reservas en la humanidad, pero no siempre es así.

 

La empatía es comprender las emociones, actitudes, pensamientos y reacciones de otras personas, como si fuesen nuestras, con el fin de entender su comportamiento o situación de vida, y establecer mejoras en las relaciones. Es comprender las circunstancias ajenas, aun cuando las nuestras sean muy distintas a la de la otra persona, y tomar alguna acción para ayudarla. En pocas palabras, es "ponerse en los zapatos de los demás".

 

El pensamiento humanista llama a este comportamiento: "regla de oro", pues las sociedades que crecen son aquellas en donde prima el respeto mutuo, la convivencia pacífica y la solidaridad. Imaginémonos por un instante, una sociedad en donde cada persona pueda convivir con empatía, en donde cada ser humano trate de entender a la otra persona y logre ser fraterno, en donde no haya venganza ni rivalidades. De ningún modo la empatía consiste necesariamente en pasar por las mismas experiencias que el resto para comprender a quienes nos rodean, aquí lo importante es asimilar las expresiones verbales y no verbales de la otra persona, y hacer que se sienta comprendida.

 

La principal causa de no tener empatía, es el egocentrismo. De ahí, se derivan múltiples aspectos negativos que anulan la fraternidad. Asimismo, lo que logra potenciar las relaciones fraternas es el despojo de prejuicios hacia los demás y el descubrimiento de habilidades de cada persona.

 

 

Jesús le respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Y después viene otro semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.». Mateo 22:  37-40.

 

 

Amar a Dios es lo primero, pero también Dios nos invita a amar a nuestro prójimo, como a nosotros mismos, y Dios lo pone en un contexto similar al amor que a Él le debemos. El mundo necesita de personas capaces de sentir el dolor ajeno, y también de personas que celebren las alegrías junto a quienes lo celebran. El mundo necesita de más personas que den un grano de arena para levantar a quienes están caídos, para brindar comprensión y aliento a quienes lo necesitan. Un esfuerzo por entender al resto, marca la diferencia en nuestras relaciones. Cuando veamos a una persona veamos más allá de su superficialidad, veamos valores, capacidades, veamos lo bueno que cada quien posee.

 

La misericordia, la empatía se trata de amarnos los unos a los otros como Cristo nos amó y nos ama. Así, Él lo dijo:  "Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros». Juan 13: 34-35.

 

 

La Palabra de Dios nos habla de empatía: "Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas." Mateo 7 : 12.

 

Recuerda: Si observamos con más atención a quienes nos rodean, podremos entender algo de su vida y evitaremos crear falsos juicios de valor sobre las personas. Del mismo modo, podremos cultivar en nosotros, sentimientos de bondad y fraternidad para quienes nos rodean.

 

Con afecto,

Javier

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