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Los fundamentos de nuestra esencia

Somos el producto de cuatro fundamentoS esenciales

Los seres humanos somos en esencia, el producto de la integración de fundamentos que construyen armónicamente la estructura de nuestro ser, a lo largo de nuestra vida. Estos fundamentos nos otorgan nuestro valor personal, que es único e irrepetible; es decir: lo que somos, nuestra esencia, nuestra marca personal.

 

Cuando logramos tomar conciencia de estos fundamentos, estaremos completamente seguros hacia dónde vamos y lo que queremos para nuestras vidas.

 

Conocernos plenamente, nos asegura tener los pies firmes en tierra y definirnos con seguridad día a día. Permite adentrarnos al amor propio y exteriorizar este amor hacia los demás. Somos el producto de los siguientes fundamentos: 1) Nuestra relación con Dios. 2) Nuestras experiencias. 3) Nuestra preparación académica, y 4) Nuestra genética.

 

1) Nuestra relación con Dios.

 

Nuestro valor se mide, en primer lugar, por el tipo de relación que tengamos con Dios. Debemos incentivar cada día, nuestro grado de apego hacia el Ser Supremo que representa perfección, paz, necesidad, bondad, belleza, entendimiento y libertad. Dios es la inteligencia coherente, infinita y ordenadora de todo cuanto existió, existe y existirá. Dios es verdad, inmortal y fiel es sus promesas, es un Ser Superior a nosotros: "Dios no es un hombre, para mentir; ni es un mortal, para desdecirse: ¿Acaso Él dice y no hace, promete una cosa y no cumple?" Números 23, 19. 

 

Un ser humano que le es fiel a Dios, busca amar, busca la verdad, no actúa a escondidas, sino a la luz. Mejorar nuestra relación con Dios es posible, cuando intentamos agradarle y le ofrecemos sacrificios aunque sea pequeños. El valor mayor que podemos tener las personas, radica en trabajar constantemente para procurar ser buenos cristianos. ¡Qué maravilloso sería que cuando nos vean caminando, expresándonos o trabajando, piensen: "Definitivamente, ésta persona es de Dios".!

 

 

2) Nuestras experiencias.

 

Sin duda, las experiencias vividas, marcan aprendizaje en nosotros, por tanto, son un fundamento importante en la construcción de nuestro "yo" interior. El camino de la vida tiene muchos senderos, unos adecuados y otros inadecuados, es necesario que tropecemos, nos levantemos y aprendamos: "Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha." Salmos 16, 11.

 

Dios, nos hará conocer el "camino de la vida", es decir el camino perfecto y bendecido que nos tiene preparados, si confiamos en su Poder, Él nos conducirá hacia el sendero correcto, así hayamos tropezado o tomado decisiones erróneas. Es más, Dios nos promete que gozaremos en su presencia. Las experiencias, sin importar si fueron tristes o felices, nos conducen a consolidarnos en esencia, pero cuando confiamos en Dios, todo lo veremos desde una perspectiva provechosa.

 

3) Nuestra preparación académica.

 

No cabe duda que nuestra formación académica, es parte fundamental del valor que representamos, está escrito que solamente los necios desprecian la sabiduría y la instrucción: "El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría, los necios desprecian la sabiduría y la instrucción." Proverbios 1, 7.

 

Podemos notar, que el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría, y en efecto, esta frase toma real sentido cuando conocemos a plenitud que el Espíritu de Dios, nos brinda dones y carismas que son la llama que prende toda clase de conocimiento que podamos obtener. Pero nuestra formación personal, transciende más allá de los estudios académicos o profesionales, nuestra formación culmina cuando buscamos valores, formas de comportamiento correctas, cuando buscamos pureza en nuestros actos: "En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos." Filipenses 4, 8.

 

4) Nuestra genética.

 

Ni la clonación, ni la inseminación artificial, ni la investigación con células madre, podrán crear esencia, personalidad ni pureza. La creación del hombre es a imagen y semejanza de Dios: "Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo»." Génesis 1, 26 , y por tanto es incuestionable que se puedan "crear" personalidades de manera artificial. La genética de Dios va más allá del color de ojos, piel, cabello, que se pueden crear en un laboratorio. Somos seres irrepetibles creados por el Señor, y por tanto, debemos buscar nuestra propia identidad, nuestro propósito que fue diseñado por Dios para que lo llevemos a cabo.

 

Por este motivo, si bien podemos nacer con esquemas genéticos que nos transmiten nuestros padres, tendremos la capacidad para adoptar lo positivo y mejorar lo que no está del todo bien en nuestra forma de ser. Supongamos que en una lejana región, habitan seres violentos que han vivido así por años, y de ellos nace un bebé a quien lo llevan a otra lejana región, pero de paz; es indudable que este bebé pese a que no creció en un ambiente violento, cuando llegue a la madurez, sí va a tener un genotipo que lo induzca a ser violento, pero justamente allí es donde interviene la confianza en Dios, en que ésta persona confrontará una lucha interior y deberá adoptar el camino del bien. La esencia que nos dieron nuestros padres al nacer, la llevamos en la sangre y esto es inevitable, pero es necesario que formemos carácter para moldear nuestra personalidad para bien y tomar de ello, lo mejor.

 

 

Hemos notado que los cuatro fundamentos que integran nuestra esencia, no están separados, pues en cada uno de ellos, se encuentra Dios. No analicemos al primero como el único en que interviene Dios y los otros tres como algo del mundo, pues Dios está presente en cada aspecto de nuestras vidas.

 

 

Recuerda esto: Dios es la esencia de nuestra vida y la construye cuando empezamos a colocarle en el centro de nuestras vidas, cuando aprendemos de las experiencia y dejamos que Él nos guíe al sendero adecuado, cuando nos dejamos llenar de su Espíritu para sacarle provecho a los dones que nos brinda y nos preparamos en el mundo, y cuando luchamos para mejorar nuestra vida para que al madurar seamos mejores personas que tiempo atrás.

 

Con afecto,

Javier.