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La Armadura de Dios (Parte 2)

DIOS ES NUESTRA FORTALEZA PARA VENCER EN NOMBRE DEL BIEN

Ser vencedores de la mano de Cristo en medio de una lucha espiritual, consiste en ser sentir plenamente que la grandeza y misericordia de Dios es infinita frente a nuestras culpas. Cada nuevo día es una oportunidad para ser mejores que ayer y dejar atrás a todo lo que nos quite la paz, la alegría, el amor, la pureza, la dignidad. El vivir con el revestimiento de la Armadura de Dios, debe ser una constante en nosotros.

 

Por tanto, es necesario también ser conscientes de nuestra propia debilidad humana y prepararnos para el combate espiritual que nos toca mantener en la tierra. Luchar constantemente para el lado del bien, requiere que  demos una cuota personal de fortaleza, coraje y dominio propio. Enfrentar con coraje para obtener un premio, es un asunto de hijos de Dios, Él nos ha provisto de su Armadura para batallar espiritualmente, por tanto es nuestro deber mantenerla puesta en nosotros. Desde el momento mismo de nuestro bautismo ya somos revestidos de Cristo: "Ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo." Gálatas 3, 27.  Ya dependerá de nuestra voluntad para permanecer revestidos.

 

Ahora bien, debemos entender cuál es la forma correcta de defendernos:

 

1. ENTENDER QUE EN EFECTO EXISTE UNA BATALLA ESPIRITUAL Y MANTENERSE ALERTA.- Es importante estar claros en que la batalla espiritual es real, y tomarlo con la firme confianza en Dios. Quien niegue que hay una lucha espiritual, está verdaderamente debilitado. Estar vigilantes y alertas debe ser una premisa de todo cristiano, pues solamente así toma real sentido que tengamos la Armadura de Dios puesta en nosotros: "Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno. Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes. Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar." 1 Pedro 5, 6-8.

 

2. EVITAR ERRORES EN LA BATALLA: Hay que entender que no somos "carne de cañón de Dios", es decir la Armadura de Dios es para nosotros en primera instancia, una cobertura defensiva, no ofensiva. No estamos llamados a ir en "búsqueda de fuerzas del mal" para perseguirlas y enfrentarlas. Estamos, eso sí, llamados a estar atentos para que cuando fuerzas del mal pretendan llegar a nosotros, las rechacemos rotundamente en nombre de Cristo con el escudo de la fe. Las peleas más difíciles que tenemos, no las enfrentamos nosotros, sino el mismo Dios. Dios pelea nuestras batallas más fuertes. Si el mismo Arcángel Miguel, considerado el más poderoso de los arcángeles, le ha dejado a Dios que batalle por él, con mayor razón, nosotros: "Ahora bien, el mismo arcángel Miguel, cuando se enfrentaba con el demonio y discutía con él, respecto del cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir contra él ningún juicio injurioso, sino que dijo solamente: «Que el Señor te reprima»." Judas 1, 9.

 

3. RESISTENCIA EN DIOS: Estamos llamados a resistir en Dios, para ello debemos someternos a Él y depositar nuestras debilidades en su amor, de esta forma tendremos fuerzas de Dios en nosotros para salir victoriosos y repeler los ataques malos, resistir a nuestra carne con fuerza de voluntad: "Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes.  Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores purifiquen sus manos; que se santifiquen los que tienen el corazón dividido. Reconozcan su miseria con dolor y con lágrimas. Que la alegría de ustedes se transforme en llanto, y el gozo, en tristeza. Humíllense delante del Señor, y Él los exaltará." Santiago 4, 7-10. 

 

  

4. PROCLAMAR A JESÚS VICTORIOSO:  La batalla ya ha sido ganada por Jesús al vencer a la muerte, por tanto nuestra cuota consiste en resistir a un enemigo derrotado. Jesús triunfó victorioso sobre las potestades del mal y nos hizo libres y vencedores en Él: "Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con Él, perdonando todas nuestras faltas. El canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz. En cuanto a los principados y a las potestades, los despojó y los expuso públicamente a la burla, incorporándolos a su cortejo triunfal." Colosenses 2, 13-15. Esto nos motiva a que nuestra batalla puede ser llevadera, nos queda poner de nuestra parte para estar firmes, de pie. Solamente atacaremos si es necesario, con la espada del Espíritu Santo, con los dones, con cantos y alabanzas, con todo lo que en Gracia de Dios dispongamos. Dios nos ha otorgado autoridad para hacer frente y detener al mal, basta mantenernos firmes en el lado del bien.

 

Recuerda esto: Es importante reconocer que libramos una batalla espiritual y que al mantenernos firmes en Cristo, al resistir a nuestra carne podremos acercarnos a la santidad, la santidad de Cristo de la cual ya somos testigos, ésa será nuestra cuota para ofrecerle a Dios. La Armadura de Dios debe ser una constante en nuestra vida, así podremos defendernos, resistir y atacar (si es necesario). Jesús ya venció al mal, por tanto el enemigo es un enemigo derrotado, pues el Vencedor es Jesús y Él nos ha ungido con su Espíritu de Victoria.

 

Con afecto,

Javier.

 

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