· 

La Armadura de Dios (Parte 6)

EL ESCUDO DE LA FE

La fe es por naturaleza nuestro escudo para defendernos y protegernos de las armas ofensivas  del mal. Todos podemos tener un escudo de fe, la cuestión es saber de qué material está hecho el escudo de nuestra fe. 

 

Podemos tener un escudo de fe de titanio, una fe inquebrantable; o un escudo de cartón con una fe débil. También podemos tener una fe entre estos extremos. 

 

Es así, que del tamaño y la resistencia de nuestra fe, dependerá que logremos enfrentar con una sólida barrera a las armas del enemigo como son: el miedo, la baja autoestima, la duda del amor de Dios (e incluso la duda sobra la existencia de Dios), la desconfianza en nosotros mismos, el desaliento, los malos pensamientos, la debilidad para ponernos del lado del bien y defender a Dios ante el mundo.

 

Constantemente somos atacados por nuestros puntos más vulnerables, y la fe es el único escudo con el cual podremos defendernos de los dardos malos. Es por eso que debemos fortalecer nuestra fe constantemente, nuestra fe en confianza plena a Dios, nuestra fe basada en el principio del amor de Jesús, nuestra fe en la convicción de que Dios es real e invencible, nuestra de fe en la certeza de que Dios es nuestra victoria, nuestra fe en que estamos llamados a hacer el bien y que estamos camino hacia el paraíso, nuestra fe en la verdad de lo que está escrito en la Biblia, nuestra fe en que Dios nos tendrá algo mejor, nuestra fe en que nuestra lucha no será en vano.

 

Jesús nos muestra claramente que la fe puede tener varios matices, dependiendo de la convicción de cada persona, en la parábola del sembrador (Lucas 8, 4-18), nos hace una comparación sobre un sembrador de quien sus semillas van a distintos terrenos: "La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a sus constancia." Lucas 8, 11-15. Debemos en consecuencia, meditar y evaluar nuestro interior para determinar de qué tamaño es nuestra fe, qué tan sólida y fuerte es.

 

La fe se nutre al escuchar y practicar la palabra de Dios:  "La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo." Romanos 10, 17.

 

La fe sólida e inquebrantable nos defiende y nos hace vencedores: "Porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? " 1 Juan 4-5.

 

Hemos sido salvados por gracia de Dios, por medio de la fe, sin que sea nuestro mérito, la fe es un pilar esencial para nuestra salvación: "Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios." Efesios 2, 7-8.

 

Recuerda esto: Nuestra fe debe ser un escudo fuerte y sólido para que nuestra certeza del amor de Dios y su gracia nos permitan defendernos de ataques malos. Nuestra convicción de esta gracia, debe ser inquebrantable.

 

Con afecto,

Javier.

Escribir comentario

Comentarios: 0