· 

Seamos sensibles instrumentos de Dios

¿Cuántas veces hemos tropezado, caído y vuelto a levantarnos sin perder la fe?. Recordar cada batalla vivida en nuestro pasado y darnos cuenta de que hemos salido adelante gracias a la ayuda de Dios, es algo que sin duda nos fortalece interiormente. 

 

Todos hemos atravesado desiertos en nuestro camino, momentos complicados y desalentadores. Ahora bien, recordemos también las bendiciones que recibimos en aquellas situaciones difíciles y que nos ayudaron a aligerar nuestra carga. Hagamos memoria de aquellas personas que estuvieron allí, justo cuando estábamos desanimados y nos dieron su consejo, un abrazo, una palabra de aliento, su compañía, sus oraciones, su preocupación, su sonrisa, su alegría, su tiempo, su apoyo (espiritual, moral o material).

 

También hagamos memoria de aquellas personas conocidas o desconocidas quienes con su buena actitud nos "alegraron el día", y no necesariamente porque estuvimos atravesando algún problema, sino porque simplemente nos las encontramos en alguna actividad realizada, en nuestro trabajo, familia, o haciendo algún trámite.

 

Tener una actitud de bienestar hacia los demás, genera un ambiente recíproco de bendiciones, una cadena de alegría que se multiplica para quien la da y para quien la recibe. Cuando una persona brinda amistad, generosidad, paz, armonía, sirve a la sociedad con integridad, da amor, o con sus actos desinteresados logra levantar el estado anímico de alguien, se convierte en un instrumento de Dios.

 

Convertirnos en un instrumento de Dios es algo que nos eleva como seres humanos a tomar semejanza con Jesús, Él lo dijo en sus palabras: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22, 39).  Poder sentir más alegría en dar que en recibir, es buscar una cercanía a Jesús: "De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los más necesitados y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: «La felicidad está más en dar que en recibir»." (Hechos 20, 35). 

 

Todo acto de entrega debe hacerse con un único principio: el amor.  Si damos algo, buscando algún tipo de interés o sin buena voluntad, no será nada fructífero para nosotros, ni nos podrá alegrar el corazón: "Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría." (2 Corintios 9, 7).

 

Ser un instrumento de Dios es algo demasiado valioso, pues con nuestras buenas acciones hacia los demás, podremos ser partícipes de bendiciones para quienes nos rodean. Ser instrumentos de Dios, genera valor a nuestra vida, ya que dejaremos atrás lo ordinario para hacer cosas extraordinarias. Es como tener una guitarra y un artista firma la misma, o una camiseta y un futbolista pone su autógrafo en ella; luego de estos "actos humanos", tanto la guitarra como la camiseta tendrán un "mayor valor" para muchas personas. Pues bien, imaginemos que dejamos a Dios poner su firma en nosotros y nos convertimos en sus genuinos instrumentos, ¡Cuánto valor real aumentaremos a nuestra vida!.

 

Evidentemente, la decisión de permitirnos emitir agradables melodías como instrumentos de Dios, dependerá de nosotros, pues Él ya nos escogió como sus instrumentos, pero serán nuestros actos los que nos conviertan en instrumentos útiles o inútiles, según nuestra entrega hacia los demás. Tal cual sucede como cuando compramos un instrumento musical, sí está en nuestra casa, éste tendrá un valor especial por el solo hecho de haberlo escogido, pero el provecho que le saquemos marcará la diferencia entre lo práctico y lo improductivo.

 

Comencemos a ser instrumentos de Dios con nuestra propia vida y abramos nuestros talentos para tocar con nuestras acciones las mejores melodías en nuestro entrono. Si estás trabajando, busca el trabajo en equipo con tus compañeros y genera un agradable ambiente laboral. Si eres maestro, enseña la verdad  con dedicación, sin egoísmo. Si eres amigo, brinda una amistad sincera y desinteresada. Si haces trámites, busca soluciones prácticas a quien te pide ayuda. Si eres líder, busca la integración, no dividas. Si vives un noviazgo o un matrimonio, busca amar a tu pareja, y dialoga en paz para solucionar cualquier discrepancia. Busquemos la calma en nuestro interior y brindemos paz a quienes nos rodean. Esforcémonos por perdonar y entender los errores de los demás, pues quizá baste una sonrisa de nuestra parte para transformar un mal rato en un momento de alegría, fraternidad y hermandad. 

 

 

Así como el talento musical no está en el instrumento sino en el músico, asimismo brillaremos si dejamos que Dios sea el artista, el intérprete de nuestra vida, nuestro conductor por excelencia. Nuestro valor no está en lo que somos, sino en lo que Dios hace con nosotros, seamos instrumentos de Dios para bendecir a otras personas, pues cuando dejamos que Él nos utilice, haremos cosas grandiosas.

 

 

Recuerda esto: Busquemos ser instrumentos de Dios para generar una cadena de bendiciones recíprocas, seamos banderas que ondean al viento de Dios.

 

Con afecto,

Javier.

 

Escribir comentario

Comentarios: 2
  • #1

    Carmita (lunes, 09 julio 2018 15:18)

    Me da gusto Javi que hagas lo que te apasiona y todo en nombre de quien te ha dado el talento: Dios.
    Felicitaciones!!!
    Dios te bendiga

  • #2

    Javier (lunes, 09 julio 2018 15:48)

    Gracias por tus palabras Carmita. ¡Dios nos bendiga!
    Javier