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Un toque de inteligencia emocional (Parte 1)

Resolver un problema de manera inadecuada o insatisfactoria, en la mayoría de casos, no obedece a nuestra falta de capacidad y conocimiento o a la carencia de recursos para lograrlo; sino que responde a una incorrecta gestión de nuestras emociones. 

 

Una emoción es un estado que experimentamos al reaccionar a una determinada situación. Las emociones provocan cambios orgánicos en nuestro cuerpo, por ello, una emoción repentina va a modificar de algún modo nuestra percepción de la realidad en ése momento, y en consecuencia, de nuestras acciones físicas. Las emociones básicas que experimentamos son: felicidad, tristeza, asombro, repulsión, ira, y miedo; y son necesarias, pues son mecanismos que nos permiten reaccionar con rapidez a lo inesperado y comunicarnos de una forma no verbal.

 

La inteligencia emocional es la habilidad para percibir, entender, razonar y manejar las emociones propias, así como las emociones de los demás, para dirigir nuestra conducta verbal, física y creativa de una manera constructiva. 

 

Al dominar esta habilidad, podremos influir de un modo inteligente en nuestras propias emociones y podremos adaptarnos a las circunstancias sin perder el control de nuestros actos y obrar de forma favorable con nosotros y con los demás. No podemos escapar de nuestra realidad humana y de las emociones que sentimos día a día, por ello debemos fortalecer nuestra inteligencia para dominar nuestras emociones y no dejar que ellas nos dominen. 

 

La relevancia de la inteligencia emocional es tan reconocida, que muchos profesionales de hoy en día ya no son evaluados desde el punto de vista del coeficiente intelectual, sino desde una perspectiva emocional ante eventos presentados. Comprender nuestras emociones y enfocarlas hacia actos provechosos es más importante que la cantidad de conocimientos que tengamos. Las personas que obtienen más logros, saben enfocar sus emociones y luego determinan cómo hacer las cosas de forma inteligente.

 

Asumir una vida con inteligencia emocional no es despojarse de las emociones o cohibirse de reaccionar ante un evento agradable o desagradable. Es comprender las razones de nuestras reacciones para obrar con inteligencia y con una perspectiva positiva.

 

En una frase, la inteligencia emocional es el equilibrio perfecto entre el corazón y la mente; entre la emoción y la razón. Las emociones se vinculan con el corazón, y son intensas pero pasajeras, por ello es importante cuidar nuestro corazón para no engañarnos. Del mismo modo nuestra mente debe tener pensamientos renovados, inteligentes y sanos para no convertirnos en seres autómatas, fríos y calculadores.

 

En consecuencia lógica, si queremos lograr un equilibrio perfecto de inteligencia emocional, debemos ir en busca de la perfección plena. El primer paso que haremos, será someter nuestros pensamientos, emociones y acciones a Dios. Sin duda, tendremos resultados grandiosos:

 

  • "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu". (Mateo 22, 37).
  • "Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús". (Filipenses 4, 7).

 

Busquemos ejercitar diariamente nuestra inteligencia emocional, evaluemos nuestras reacciones sentimentales y el grado de inteligencia con el cual las manejamos. Cada vez más perfeccionaremos este modo de vida, así tendremos ventaja sobre cada acción que nos suceda porque no siempre tendremos en frente situaciones o personas agradables y es mejor canalizar absolutamente todo evento de forma prudente y provechosa.

 

Vivir con inteligencia emocional nos permite obtener conclusiones positivas luego experimentar cualquier tipo de situaciones, es como ver una película de nuestra vida desde un asiento de cine, no importan las escenas, siempre estaremos cómodos de algún modo en la butaca. Pensamientos positivos generan acciones positivas y atraen reacciones positivas. 

 

Recuerda esto:

 

Las emociones son parte de nuestra naturaleza humana y por tanto no somos responsables de su existencia, pero sí somos responsables de lo que hacemos con ellas y de la calidad de nuestros pensamientos y actos, mismos que debemos entregar a Dios como primicia. Simplemente hagamos que las cosas buenas sucedan encontrando de algún modo a Dios en cada instante, en cada recuerdo, en cada persona.

 

Con afecto,

Javier 

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