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Los buenos cristianos son cristianos buenos

Cada persona puede adoptar su propio estilo de vida, de manera libre. Nuestro brillo proviene únicamente de Dios en su infinito poder; y sabemos que al hacer el bien, viviendo con amor, estamos cumpliendo sus mandamientos.

 

Esta verdad nace de una conclusión razonada pues los dones mentales (así como el resto de dones) provienen del Espíritu Santo. También sabemos que el Espíritu Santo fluye libremente en un corazón lleno de amor y de bien, en una persona que acepta a Dios como su Señor, en un ser humano que se aleja del pecado y busca redimirse cuando ha caído. De igual forma, sabemos que Jesús es quien nos redime. De modo que podemos concluir que un modo de vida lleno de dones y libertad plena solamente puede vivirse aceptando a Dios y haciendo el bien. 

 

Como hijos de Dios, estamos llamados a hacer la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es que seamos buenos, y que produzcamos frutos buenos. Jesús fue muy preciso en sus palabras: "Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo." ( Mateo 7, 17-21).

 

Nuestro modo de vida se concreta con nuestras decisiones que serán fundamentales para disfrutar de una vida de calidad, de verdadera libertad, de gozo, de paz, fortaleza anímica, una vida completa. Y la decisión perfecta para vivir con plenitud, es confiar en Dios y hacer su voluntad, procurando ser buenas personas que rindamos fruto bueno. 

 

 

El ser humano tiene 4 planos para elegir su modo de vida, dependerá de cada persona el camino que quiera recorrer:

 

 1) CREER EN DIOS Y HACER EL BIEN

 

La perfecta elección de nuestro modo de vida es sin duda confiar en Dios ante cualquier circunstancia. La plenitud de la vida se disfruta cuando nuestra fe en Dios se sustenta con nuestros actos de bien y amor. Así está escrito: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta". (Santiago 2, 14-17).

 

Cuando le damos el valor real a Dios en nuestras vidas, y lo demostramos con actos de bien hacia los demás, estaremos caminando en una senda de bienestar por excelencia.

 

Este plano de vida es el único que nos puede otorgar verdadera libertad y real sentido a nuestra existencia. No basta decir que creemos en Dios si nuestras acciones no lo demuestran. El plano perfecto de vida plena comprende una fe inquebrantable a Dios y acciones de bien, obras de amor. Las obras de bien y amor van más allá de "entregar" bienes materiales o económicos. Como buenos cristianos podemos empezar a obrar bien desde nuestro propio hogar, siendo ejemplo de bienestar en nuestras familias, en nuestras actividades laborales, en nuestra vida cotidiana. Toda buena acción puede darse a través de entregas físicas o espirituales, incluso las sonrisas, las palabras de aliento o los abrazos sinceros forman parte de las buenas acciones que podemos realizar en nuestra vida, toda entrega de bien es un acto de amor en donde aprendemos a convivir en armonía con los demás.

 

Las obras de bien forman parte del amor de Dios y por tanto no deben estar sujetas a egoísmos, condiciones o ganancia de reconocimiento en el mundo. Las acciones de bien son detalles entregados de manera incondicional y silenciosa, este es el modo de vida de quienes aceptamos vivir en este plano perfecto: predicar con el ejemplo, y ser ejemplo de bien. Quienes pertenecemos a este plano, aceptamos vivir en armonía, paz y amor, como hijos de Dios, lo cual nos hace hermanos fraternos.

 

También tenemos a las obras de misericordia que son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a otras personas en sus necesidades corporales y espirituales. Muchos santos se dedicaron a practicarlas en su vida, podríamos elegir alguna de ellas:

 

  • Obras de misericordia corporales: (Visitar a los enfermos / Dar de comer al hambriento / Dar de beber al sediento / Dar posada al peregrino / Vestir al desnudo / Visitar a los presos / Enterrar a los difuntos).
  • Obras de misericordia espirituales: ( Enseñar al que no sabe / Dar buen consejo al que lo necesita / Corregir al que se equivoca / Perdonar al que nos ofende / Consolar al triste / Sufrir con paciencia los defectos del prójimo /  Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos).

 

Elegir vivir en este plano perfecto,  también implica que sintamos dolor de corazón cuando pecamos, y necesidad de redimirnos y volver a los caminos de Dios. Una persona que vive en este plano, es una persona de oración, busca comunicarse con el Señor y entablar un diálogo fraterno con Él, busca su refugio en Él. Este plano, implica vivir, convivir, y respetar los sacramentos de la Iglesia (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio). Vivir en este plano, también es refugiarse en nuestra Virgen María, pues ella nos ayuda a que nos mantengamos allí.

 

 

2) NO CREER EN DIOS Y HACER EL BIEN

 

Hay personas que no creen en Dios y sin embargo tienen actos nobles en su vida. Estas personas no aceptan a Dios por diversas causas, entre ellas: una mala experiencia religiosa, una decepción con un miembro de la Iglesia o un cristiano que no rindió buen fruto, ego propio, adopción de teorías engañosas como el "new age". Se sienten dueños de su vida y no tienen a Dios como su centro de existencia, manifiestan que como no pueden ver a Dios, no creen en Él, pues "solamente creen en lo que ven". Les basta ser personas que se jactan de "obrar bien" y no hacer daño a otros. Sin embargo, el vacío que tienen al despojar a Dios de su corazón, lo llenan con placeres que los acaban por dentro, y su vida vacía hace que su corazón de vuelva duro y poco a poco sus obras de bien se van convirtiendo en actos egoístas. Un ateo puede llenarse de valores de bien, que incluso pueden ser más meritorios que una persona creyente, sin embargo la propia concepción del bien está otorgada por el mismo Dios y los valores que la Iglesia ha instaurado a través de los siglos, si esto no fuera así el concepto del bien y del mal sería una imposición. Así que, cuando una persona diga que no necesita creer en Dios para hacer el bien, sí necesita a Dios que le señale la pauta ética de su vida, tanto si alguna vez creyó en Dios o si nunca ha creído en Él. Todo el concepto del bien y del amor, así como las teorías de bienestar humano, están sustentados en la Palabra de Dios.

 

 

3) NO CREER EN DIOS Y NO HACER EL BIEN

 

Las personas que viven en este plano, no aceptan a Dios en sus vidas y viven haciendo daño, ya sea deliberadamente o por ignorancia. Pese a ello, estas personas son las más requeridas por Dios para su Reino ya que la batalla espiritual tiene su grupo objetivo en ellas. Estas personas viven en una oscuridad, y sus almas pueden optar por el Reino de Dios o el reino del enemigo, basta una pequeña voluntad de su parte. Por ello, la misión de evangelización tiene mucha relevancia en estas personas, así vemos a muchos miembros de la Iglesia evangelizando a personas que están obrando mal y no tienen fe en Dios. Dios tiene mucho amor para ellos, y es impresionante conocer testimonios de transformación para bien de muchas de estas personas. 

 

 

4) CREER EN DIOS Y NO HACER EL BIEN

 

Las personas que viven en este campo, han elegido una opción de hipocresía porque no tienen amor de Dios en sus corazones para obrar con amor y bien. ¿Se imaginan a un asaltante encomendarse a Dios antes de delinquir?. El mismo enemigo sabe que Dios existe y cree en su poder, sin embargo hace el mal. Por ello, vivir en este plano es vivir lo más alejado de Dios porque es una vida de engaño, sinvergüenza absoluta y tibieza decadente. Una persona que vive en este campo no se siente incómoda haciendo el mal, ni tampoco tiene deseos de arrepentimiento, creer en Dios no es suficiente para tener una vida ejemplar. Tristemente la tentación está presente en la batalla espiritual, y por ello, una persona puede tambalear del primer plano a este último plano en poco tiempo, si sus bases cristianas están débiles.

 

Recuerda esto:

 

¡EL REINO DE DIOS, DEL AMOR, DE LA LUZ ES NUESTRO!

 

Dios no quiere que vivamos en el último plano, Dios quiere que formemos parte de su Reino de Victoria, por ello nos habla de los peligros de la tibieza, pero a la vez nos invita a enriquecernos con sus tesoros y a que nos revistamos de blancura, Él nos ama y nos comprende, nos invita a arrepentirnos y a tomar la decisión de abrirle la puerta para que cenar a su lado. Vivamos el plano perfecto de nuestra vida siendo buenos cristianos y cristianos de bien, solo así seremos verdaderos vencedores: 

 

«Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono». (Apocalipsis 3, 15-21)

 

 

 

Con afecto,

Javier

 

 

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