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Seamos misioneros entusiastas

Nobles personas viajan por diversos rincones del mundo predicando el Evangelio de Dios y entregando su mensaje de amor por sitios lejanos, seres humanos quienes aportan con su trabajo físico y mental a la obra divina. Sacerdotes, religiosos, laicos, parejas, gente que se ha comprometido a evangelizar con alegría y a convivir con quienes no conocen a Dios o lo conocen poco dentro de su entorno.

 

A estas personas, las llamamos "misioneros". Los misioneros han entregado su vida al servicio de Dios y a los demás, aún en situaciones adversas. Dedican su tiempo a comunicar que existe un Dios de amor infinito y a construir relaciones fraternas con quienes se rodean.

 

Es posible que desde nuestra perspectiva, nos imaginemos a los misioneros como seres que están en medio de la selva hablando de Dios. Pero en realidad, todos los cristianos que hemos experimentado el amor de Dios, estamos llamados a ser misioneros, a evangelizar, a dar a conocer la existencia del Señor a quienes no creen o creen manera equivocada. Si bien es cierto que la mayoría de misioneros  viajan a sitios lejanos, también es cierto que nosotros podemos ser misioneros y evangelizadores en nuestro propio entorno.

 

De hecho, es una obligación moral entregar a los demás, lo que hemos recibido de Dios. Los padres de familia deben inculcar los valores cristianos a sus hijos, las parejas deben florecer su amor en el amor de Dios, un amigo cristiano debe levantar a su par caído como Jesús lo hizo con quienes cayeron. En definitiva, un cristiano debe ser ejemplo vivo de su relación con Dios para que otros puedan apreciar las maravillas de la salvación. 

 

El perfil inicial de un cristiano, debe centrarse en el amor de Jesús, en la alegría y por supuesto en la sencillez. Para hablar a otras personas de Dios, no caben las ofensas, ni el estilo de imponer a la fuerza, de hecho los cristianos debemos: "hablar de Dios, a la manera de Dios", es decir hacerlo como Jesús lo hacía, con un lenguaje de amor, que conquistaba el corazón de quienes lo escuchaban. Para hablar de Dios a otras personas, podemos compartir un testimonio personal de cómo Dios cambió nuestra vida, compartir una lectura de la Biblia que nos ha sido fructífera, dialogar sobre las riquezas de nuestra Iglesia (nuestra madre María, la Eucaristía, los Sacramentos, el Rosario, entre otros tesoros), hacer una oración en conjunto, entre otras cosas. Pero también podemos ser misioneros y evangelizadores con nuestra propia forma de vivir la vida. Si una persona que no conoce a Dios se encuentra con una persona creyente que vive su vida de manera honesta y honorable, indudablemente tendrá una luz evangelizadora aún sin palabras.

 

El misionero sale de su entorno conformista para ir al encuentro de quienes están lejos de Dios,  el bautismo que recibimos nos hace profetas y por tanto no podemos privarnos de compartir las maravillas del Señor con los demás, empezando desde nuestra familia. Otras características de los misioneros son: la solidaridad, la paciencia, la mansedumbre. El misionero busca conocer más a Dios en su día a día y sabe que tiene mucho que aprender, es decir no vive apegado a su ego. El misionero se apasiona por salvar almas, y fortalece su liderazgo para rendir fruto con sus dones.

 

Un misionero, un evangelizador, un profeta, vive su fe en la prédica y en la práctica, cuida la fe de sus familiares y amigos, y se esfuerza por incrementarla en su propia vida. Si analizamos estas características misioneras, entenderemos que todas ellas están a nuestro alcance porque hemos recibido el Espíritu de Dios para compartir su amor con los demás. 

 

Recuerda esto:

 

Las últimas palabras de Jesús en la tierra, antes de su ascensión definitiva, se centraron en que debemos anunciar a Dios a toda la creación, comencemos pues en nuestro entorno. Comencemos a alegrarnos en Dios, alegrando a los demás para Dios:

 

"Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." (Marcos 16, 15).

 

Una de las alegrías más grandes de las que podremos sentirnos satisfechos, es haber compartido el amor de Dios con otras personas y sin duda, en un futuro a ellos les será de mucha ayuda nuestro testimonio. 

 

Con afecto,

Javier.

 

 

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