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Estrategas de Cristo

Sabemos que los elementos que construyen nuestra realidad y resultados, se fundamentan en el tipo de decisiones que tomamos.

 

Orientar nuestra vida personal hacia un sendero específico, de manera libre y voluntaria, tiene el respaldo de Dios para cada uno de nosotros. Nuestro Creador, en su infinito poder, nos permite elegir libremente.

 

La mayoría de personas no buscamos vivir con violencia, sino todo lo contrario. La mayoría de seres humanos, buscamos vivir en paz, en armonía, en alegría. Quienes elegimos caminar en los senderos de Dios y sus tesoros de amor, nos enfrentamos a diversas luchas y tentaciones provocadas por el enemigo.

 

Si bien es cierto, esta es una realidad inevitable del "mundo", hay una realidad infinitamente superior: La Victoria de Cristo en el mundo. Cristo venció a la tentación, venció al enemigo, venció a la muerte, venció al pecado, venció a toda clase de poder maligno y su triunfo celestial no podría ser superado por nada ni nadie. Por tanto, aunque seamos perseguidos por el mal, saldremos victoriosos para el bien, siempre y cuando tengamos en nuestra mente y corazón a Cristo como soberano de nuestra victoria personal. Esta es una verdadera Promesa de Dios:

 

"Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes. El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles. ¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén."  (1  Pedro 5, 8-11).

 

 

Ya lo dijo el propio Jesús: "«Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo». (Juan 16, 33).

 

Vivir y convivir en esta Promesa de Dios nos permite ser verdaderos estrategas de Cristo, para salir victoriosos en su Poder y enfrentar situaciones de diversa índole. Aunque padezcamos tribulaciones en el mundo, la victoria de Jesús será nuestra victoria, si permanecemos unidos a Él.

 

En efecto, el primer paso será tener la fe y la certeza que Jesús es nuestro Redentor y Rey Soberano.

 

Lo segundo es, evidentemente, seguir sus pasos, practicar su Evangelio, imitarlo. Las enseñanzas de Jesucristo están plasmadas en los cuatro Evangelios y testimoniado en todo en Nuevo Testamento. Jesús nos enseñó entre muchas cosas: a ser pacientes, a ser humildes, a orar, a ser misericordiosos, a perdonar, a servir, a amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y a lograr amistad plena con Dios por medio de Él . 

 

El tercer nivel para lograr ser perfectos estrategas de Cristo, es ofrecernos nosotros mismos a Dios como un sacrificio agradable. Para ello debemos invocar a su Santo Espíritu para que nos renueve y nos permita actuar con sabiduría. Debemos "matar nuestra carne" en el sentido espiritual. Es decir, manifestar con firmeza: ¡NO! a todo lo que nos denigre en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Asimismo ofrecernos a nosotros mismos como seres agradables a Dios, es hacer pequeños sacrificios de abstinencia de algo que nos gusta o nos cueste trabajo dejar: "Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto". (Romanos 12, 1-2).

 

Recuerda esto: 

 

Seamos cristianos victoriosos, dignos estrategas de Cristo para vencer en Él ante las tribulaciones de este mundo. Ser estrategas de Cristo no significa encerrarse en un cofre aislado del mundo, al contrario es salir al mundo a ser luz en medio de las tinieblas.

 

Podemos ser honorables cristianos siendo ejemplo con nuestro comportamiento de bien en diversos escenarios: desde la Iglesia hasta un momento de diversión en un bar.

 

Con afecto,

Javier

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