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Las riquezas de año nuevo

Los propósitos de año nuevo que nos hemos planteado, son valores que se convierten en grandes riquezas cuando van de la mano de Dios.

 

El mayor de todos nuestros propósitos en todo momento debe enfocarse en imitar a Cristo como modelo de acción, pues ningún plan será completo sin Dios obrando en nuestras vidas.

 

Un nuevo año, es un gran regalo para establecer metas y dejar atrás todo aquello que no está bien en nosotros. La alegría de empezar un nuevo año se concreta con la plena confianza de sentirnos amados por nuestro Padre Celestial, de modo que solamente así podremos entender cómo Él concede sentido a todo lo que nos ocurra, ya sean momentos de alegría o momentos de dificultad.

 

Una actitud positiva, una mente renovada por el Espíritu Santo es luz ardiente de nuestro ser, y por ello debemos tomar conciencia de las extensas riquezas que Dios nos ofrece día a día, y más aún tener la certeza de que estarán presentes en un año que comienza a brillar como lo hace Dios en medio de las tinieblas.

 

Las riquezas para el nuevo año se van acumulando de manera sorprendente, cuando logramos trascender en nuestra amistad con Jesús y María.  Cuando nos acercamos más a nuestro Salvador y a nuestra Madre, veremos como nuestra realidad mejora, como nuestras alegrías se multiplican y como somos más fuertes ante las adversidades. 

 

Nuestra debilidad se convierte en santa fortaleza por la gracia de Dios, si amamos a Dios y entregamos nuestras vidas a sus pies, Él obrará, y todo lo que nos ocurra, será para nuestro bien:

 

"Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina. Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que Él llamó según su designio". (Romanos 8, 26-28).

 

Hay varias formas de mejorar nuestra relación con Dios y María, y elevar nuestra humanidad a una santidad, de forma real y posible:

  1. EVITAR EL PECADO.- Los santos siempre odiaron el pecado, Jesús mismo no permitió que el enemigo lo haga caer. Un santo prefiere morir antes que pecar. Hagamos un esfuerzo para evitar las ocasiones que nos hagan pecar, hacer daño y lastimar.
  2. CONOCER A DIOS.- La mejor manera de mejorar nuestra relación con una persona, es conocerla más. Entonces, si queremos mejorar nuestra relación con Dios, es necesario que nos esforcemos por conocerlo, comprender su poder sin límites, su amor y su misericordia. La mejor forma de conocer a Dios es por medio de su Palabra, la lectura bíblica con el método de "lectio divina" (que significa “lectura sagrada”), nos muestra 5 acciones eficaces para conocer al Señor más profundamente: leer, meditar, contemplar a Dios, orar y actuar.
  3. PEDIR A DIOS UN CORAZÓN DÓCIL.- Nuestras oraciones deben también enfocarse en pedir a Dios, un corazón dócil, así como el de Jesús. Una vez al día deberíamos pedir a nuestro Padre Celestial, aunque de manera breve, que nos conceda un corazón dócil a Él para ser más sensibles a su voz.
  4. INSTRUIRSE EN LA VIDA DE LOS SANTOS.- Los santos se alejaron del pecado en medio de grandes luchas. La Iglesia tiene muchos santos con los que nos podemos identificar. Estudiar y aprender algo sobre la vida de algún santo en particular, será de gran ayuda para fortalecer nuestro camino hacia la santidad. Son ejemplo de vida e intercesores. Al igual que nosotros, ellos también pecaron, pero al final, con la gracia de Dios rompieron sus cadenas de pecado y lo dieron todo por Él.
  5. VIVIR EN LA PRESENCIA DE DIOS.- Nuestra conciencia plena de la omnipresencia de Dios debe ser fuerte. Solo así podremos fortalecer nuestro carácter en cada uno de nuestros actos para hacer el bien, ya sea estando solos o en medio de otras personas. Este valor será también muy importante para alejarnos del pecado.
  6. IMITAR A JESÚS Y A MARÍA.-Buscar imitar a Jesús y a María, debe ser nuestra consigna, aprendamos de ellos. Que la perfección de Jesús al hablar y actuar, y que la docilidad de María sean base de nuestro estilo de vida. Antes de decir algo o ejecutar una acción, hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué haría Jesús? / ¿Qué haría María?
  7. HACER ALGO DE SACRIFICIO.-Buscar espacios en medio de nuestra vida carnal, para experimentar una vida penitencial será algo gratificante para nuestra santidad y aumentará nuestra fuerza de voluntad. Un sacrificio personal para ofrecer a Dios, será un gran escalón al cielo. Negarnos a nosotros mismos y seguir a Cristo, quiere decir que debemos abandonar nuestros placeres personales para hacer cosas por Dios. No todo el tiempo lo podremos hacer, pero cuando lo hagamos serán momentos que nos acerquen a Dios y a su complacencia, que sin duda tendrán premios en nuestras vidas.
  8. APRENDER A PERDONAR, SER MISERICORDIOSO Y SERVIR.- No hay nada más dulce para agradar a Dios que nos permitamos perdonar a quienes nos ofenden y ayudar a quienes lo necesiten. Servir antes que ser servidos es una entrega de amor a quienes nos rodean, pero también es un acto de amor al mismo Dios. Seamos como Jesús que tuvo estas virtudes. Dejemos a un lado lo egocéntrico y tomemos lo Cristo-céntrico. 
  9. ACCIÓN DE GRACIAS Y ALABANZA.- El sentimiento más placentero que puede ofrecer el corazón humano a Dios, es su gratitud hacia Él y alabarlo con gozo, proclamando su grandeza. Ser ingratos con Dios y no reconocer su poder infinito es algo que jamás estará en medio de nuestros propósitos. La Santa Misa con comunión, es parte de este tesoro, pero también busquemos otros momentos para agradecer a Dios y alabarlo.
  10. ATESORAR A MARÍA.- Caminar de la mano de María, hace que nuestra vida sea más fácil de llevar. Dejemos que nuestra Madre nos conduzca por el camino más dulce hacia Jesús.

 

Recuerda esto:

 

Dios nos tiene preparados grandes tesoros para nuestras vidas. Que lo mejor de lo mejor llene nuestros corazones y nuestros deseos más profundos para hacerlos realidad de la mano de Jesús y María.

 

Feliz 2019, bendiciones en Cristo y Nuestra Madre.

 

Con afecto,

Javier.

 

 

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