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El máximo grado de perfección humana es la santidad (Parte 1)

Cada paso que damos en nuestra vida, debe ser una respuesta de obediencia a Dios, de hacer su voluntad, de sacrificar algo por amor, de sazonar nuestra esencia con humildad.

 

Lograr vivir en armonía  con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza, nos permite desarrollar nuestra capacidad de recibir a Dios y ser transformados por Él.

 

Esta transformación, implica buscar como misión y objetivo de vida: la santidad. El máximo grado de perfección humana es la santidad. La voluntad de Dios es que todos seamos santos: "La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal, que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto." (1 Tesalonicenses 4, 3-4). 

 

 

LA SANTIDAD ES UN DESAPEGO AL MUNDO Y UN APEGO A DIOS

 

Por tanto, aunque estemos en medio de un mundo con tantos anti-valores,  la santidad es posible para todos, es decir no es algo reservado para pocos. El desapego del mundo y el apego a Dios es la semilla de la santidad para el ser humano: "No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él." (1 Juan 2, 15)

 

El mundo es enemigo de la santidad humana, por ello, en ocasiones, cuando comparamos a un cristiano y a una persona que no cree en Dios, no encontramos mayores diferencias, pues el mundo lleva a que ambos frecuenten los mismos lugares, hagan las mismas cosas, y analicen las problemáticas sociales de la misma manera. Entonces, precisamente, allí está el reto: un cristiano que busca la santidad, debe trascender, debe marcar la diferencia en los pensamientos y acciones.

 

Debido a que no podemos escapar del mundo, debemos aprender a: "vivir en el mundo, sin ser del mundo". Jesús, antes de morir, oró ante Dios Padre por nosotros, para que nuestra santidad rinda frutos y no seamos manchados por el mundo."No te pido que los saques del mundo, pero sí que los defiendas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Hazlos santos según la verdad: tu Palabra es verdad." (Juan 17, 15-17).

 

Así, debemos diferenciar entre las cosas del mundo y las cosas de Dios. Y consecuentemente, Dios debe estar por encima de cualquier cosa del mundo. El tamaño de nuestra santidad será el tamaño que le demos a Jesús respecto a nosotros, en relación a vivir sus enseñanzas, a imitarlo en todo lo que hacemos y decimos. Cuando obremos, preguntémonos si lo que hacemos en ése momento lo haría Jesús, y si Jesús estuviera cómodo en el lugar en que nos hallamos.

 

Buscar la santidad es ver con los ojos de Dios, tener una mentalidad del mundo es alejarse de la santidad. Por tanto, no debemos tener criterios del mundo, sino ver la vida como la ve Dios: con amor y sabiduría. En consecuencia, la santidad no tiene nada que ver con criterios del mundo, sino con la búsqueda de la armonía perfecta en Dios La santidad es renovación de mente, es transformación para bien, es agradar a Dios: "No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto." (Romanos 12, 2)

  

En Mateo 22, 15-22 Jesús fue muy claro al establecer que aunque vivamos en el mundo, debemos priorizar entregar a Dios lo que le corresponde, y por supuesto, siempre tendrá la primicia por sobre cualquier aspecto del mundo. El mundo es astucia, pero Dios es sabiduría. Mientras tengamos sabiduría de Dios, venceremos a la astucia del mundo y no caeremos en su trampa.

 

 

EL MÁXIMO GRADO DE PERFECCIÓN HUMANA ES LA SANTIDAD

 

Una trampa del enemigo, es engañar a la gente, señalando que los grados de crecimiento personal y la búsqueda del éxito humano, se basan en teorías de new age, brujería, masonería, grupos ateos, entre otras confusiones mundanas. Varias personas han caído en esta trampa, y no solamente han perdido recursos económicos, familias, sino que ha perdido la dignidad humana.

 

El camino perfecto de la humanidad es alcanzar la santidad, y esto es un deseo de Dios para sus amados hijos. La santidad está al alcance de cualquier persona, es gratis pues está dada por la Misericordia y Gracia de Dios. Basta el deseo personal de cada uno de nosotros. Dios nos llama a ser santos en este mundo, no importa la edad, ni la condición social, ni la ubicación geográfica. A lo largo de la historia de la Iglesia de Cristo, se han formado santos de todas las razas, profesiones, carismas, tiempos y lugares. Nadie está excluido de ser santo o santa. Buscar a Dios es alcanzar la máxima perfección humana, no hay otro camino para ello.

 

Ser santo va más allá de ser una buena persona. Buscar la santidad es más que cumplir mandamientos, y es que como seres humanos, simplemente es imposible que en toda nuestra vida tengamos 100% de actos buenos. Esto es mucho más, buscar la santidad implica poner a Dios sobre cualquier cosa, despojarnos de las ataduras del mundo, es amar como Dios nos ama. Para comprender esto, podemos leer el relato de Jesús y el joven rico en Marcos 10, 17-22.

 

 

EL MOMENTO PERFECTO PARA ALCANZAR LA SANTIDAD

 

Dios nos ama y debemos buscar la santidad por esta razón. Le pertenecemos a Dios, somos su creación perfecta, Él nos amó mucho antes de nuestro nacimiento, Dios es nuestro Padre bueno y nos ampara en nuestras necesidades. Al ser creados a su imagen y semejanza, Dios espera que seamos santos, así como Él lo es.

  

Por ello, no debemos esperar más. El momento perfecto para alcanzar la santidad es ahora. La Gracia de Dios nos basta:

 

"Porque Él nos dice en la Escritura: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación. En cuanto a nosotros, no damos a nadie ninguna ocasión de escándalo, para que no se desprestigie nuestro ministerio. Al contrario, siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios, con una gran constancia: en las tribulaciones, en las adversidades, en las angustias, al soportar los golpes, en la cárcel, en las revueltas, en las fatigas, en la falta de sueño, en el hambre. Nosotros obramos con integridad, con inteligencia, con paciencia, con benignidad, con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero, con la palabra de verdad, con el poder de Dios; usando las armas ofensivas y defensivas de la justicia; sea que nos encontremos en la gloria, o que estemos humillados; que gocemos de buena o de mala fama; que seamos considerados como impostores, cuando en realidad somos sinceros" (2 Corintios 6, 2-8)

 

 

La santidad la podemos practicar en todas partes, en nuestro entorno de vida y en cualquier momento. Pues aun estando en el mundo, todo lo que hagamos debe ser realizado para la Gloria de Dios: 

 

"Entonces, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10, 31)

 

Un cristiano de corazón debe buscar honrar a Dios en donde se encuentre, desde un templo hasta en una fiesta. 

 

 

LA SANTIDAD VIENE DE UN DESEO DE SERLO Y ESTAR CERCA DE DIOS

  

Ser santo es estar cerca de Cristo en medio del mundo, es aceptar y vivir en la práctica su Palabra. De hecho en el Sacramento del Bautismo, somos revestidos de santidad. Por ello, nuestra misión será vivir apegados a Dios hasta el final de nuestro paso por la tierra.

 

La santidad será real en nosotros, mientras exista un deseo de querer ser santo. Cristo nos dará sus frutos, si de nuestra parte cooperamos con su Gracia. La Gracia se recibe con el  arrepentimiento, la confesión y la Comunión, la oración, los sacramentos, la Palabra, las buenas obras. Por ello, cuando cometemos errores en nuestros cuerpos humanos, el poder de Dios se manifiesta con grandeza:

 

"Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios." (2 Corintios 4 ,7).

 

La santidad es para todos los que realizan con gozo la voluntad de Dios, somos templos de Dios, por tanto llenemos nuestras vidas de santidad en medio de nuestras tribulaciones de un mundo diverso. No juzguemos a los demás, pues el camino hacia la santidad es personal. Reconozcamos que todo lo bueno que tenemos viene de Dios:

 

"¿No saben que ustedes son Templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Al que destruya el Templo de Dios, Dios lo destruirá. Porque el Templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga el que no sabe para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «Dios atrapa a los sabios en su propia sabiduría»" (1 Corintios 3, 16-19).

 

 

 

Recuerda esto:

 

La santidad es un camino al que estamos llamados todos nosotros, por expreso deseo y amor de Dios.

 

Hemos analizado la importancia de ser santo. Desde luego, hay varios pasos para alcanzar la santidad y llevar estas palabras a la práctica. Estos pasos los analizaremos en el próximo blog, así que no te lo puedes perder. 

 

Mientras tanto, busquemos agradar a Dios en nuestro diario vivir, siguiendo lo que Cristo nos enseñó. Llenemos nuestra sabiduría de Dios, asimilando la mejor oratoria realizada en la tierra: "El sermón de la montaña", la prédica magistral de Jesús que nos enseña paso a paso cómo agradar a nuestro Padre y apegarnos a Él.

 

Es el manual de Cristo para ser santos y se encuentra en los Capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de San Mateo.

 

Puedes descargar un PDF y un audio al final de esta publicación. Medítalo y ponlo en práctica. Dios te bendiga.

 

Con afecto,

Javier 

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Comentarios: 2
  • #1

    Dulce Maria (martes, 26 febrero 2019 19:29)

    Alabado el Señor!!! Oportunidad para crecer en la fe. Agradezco este artículo en buena hora llega a mí alma.

  • #2

    Talismán Radio Online Producciones (martes, 26 febrero 2019 19:47)

    ¡Alabado sea el Señor por siempre! Dios te bendiga Dulce María, oraremos por ti para que sigas creciendo en santidad. Te invitamos a navegar en nuestra página, seguro encontrarás más contenido que Dios quiere entregarte.