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Cuaresma: entre el desierto y la victoria

La Cuaresma es un tiempo de renovación interior para prepararnos a la celebración triunfal de Jesús en su Gloriosa Resurrección: la Pascua, la victoria de Cristo a la muerte.

 

Este tiempo de renovación implica un proceso de penitencia, arrepentimiento y sacrificio. Renovar es dejar atrás cualquier atadura que nos impida ser libres en el amor de Dios.

 

El objetivo de este caminar es lograr un fortalecimiento espiritual superior al inicial. En otras palabras, la Cuaresma es el gimnasio ideal para ejercitar la parte espiritual del ser humano.

 

El miércoles de ceniza es el inicio de la Cuaresma, un punto de partida que nos lleva a reflexionar sobre lo íntimo de nuestro interior: "Por eso me retracto, y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza." (Job 42, 6)

 

 

Las cenizas tienen un particular significado: reconocer nuestras miserias ante la grandeza de Dios, y del mismo modo reconocernos dignos de su Misericordia que nos levanta victoriosos, revestidos de luz gracias a la Resurrección de Cristo. El significado de la ceniza que manifiesta la pequeñez del ser humano frente a la grandeza de Dios, representa a la conversión humana y el favor del Padre Celestial. En la Biblia hay varios episodios que nos muestran este significado:

 

"Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza." (Mateo 12, 20-21). 


"Los habitantes de Jerusalén, con sus esposas y sus niños, se arrodillaron ante el Templo, cubrieron de cenizas sus cabezas y extendieron las manos para rezar ante el Señor." (Judit, 4, 11).

 

 

De esta manera, la ceniza en forma de cruz que el sacerdote coloca en nuestra cabeza, el miércoles de ceniza, simboliza el reconocimiento de nuestras faltas, el deseo de buscar a Dios y la meta de levantarnos victoriosos junto a Cristo. La Biblia, también nos muestra una referencia de esta expresión: la letra "T" viene del texto hebreo original: Taw, que es traducida como Thau, es la última letra del alfabeto hebreo y tiene forma de cruz: 

 

"El Señor le dijo: «Recorre toda la ciudad de Jerusalén y marca con una T la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella». (Ezequiel 9, 4)

 

La Cuaresma comprende una preparación de 40 días antes de la celebración de la Pascua: "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de estar sin comer cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. " (Mateo 4, 1-2).  Sabemos que Jesús oró mucho en este tiempo, el diablo lo tentó pero Jesús no cayó, en la tentación y lo sacó de su presencia. Jesús pasó la prueba, venció al maligno en todas su formas.

 

El número 40 de igual modo, tiene varios pasajes dentro de las Sagradas Escrituras:

 

"Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hice." (Génesis 7,  4)


"Moisés entró dentro de la nube y subió al monte. Y permaneció Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches" (Éxodo 24, 18)


"Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos". (Deuteronomio 8, 2)

"Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb". (1 Reyes 19, 8)

Jonás comenzó a internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: "Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. (Jonás 3, 4-5)

 

  

Vivir un tiempo de Cuaresma para los católicos, tiene un significado muy especial: experimentar una preparación corporal y espiritual que culmine en una verdadera transformación para bien. La ceniza, los cuarenta días de preparación, el ayuno, la oración, la penitencia, son elementos bíblicos. Todo esto nos lleva a que la Cuaresma tenga un sentido de penitencia y conversión, teniendo a Jesús como protagonista. Buscar la victoria junto a Cristo resucitado debe ser nuestra aspiración de fe.

 

Para lograr un victorioso encuentro con Cristo, debemos prepararnos y despojarnos del pasado. Identificarnos con Jesús en su paso por el desierto, nos llevará a comprender que las dificultades nos fortalecen de la mano de Dios:

 

“Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado” (Romanos 6, 5-6)

 

 

La Cuaresma debe ser un tiempo de calidad para fortalecer nuestra confianza en Dios, debemos ser radicales. Hay que buscar una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado. Podemos atravesar momentos críticos, un desierto, tal como Jesús lo experimentó; pero debemos alejarnos a como dé lugar de toda ocasión de pecado. Aborrecer el mal y abrazar el bien debe ser nuestra consigna. La victoria que podamos obtener será dada por la infinita Misericordia de Dios, basta que nos aferremos a Él.  

 

La conversión produce un brillo especial en nosotros, al arrepentimiento y el dolor de corazón pueden hacerse presentes. El camino no es fácil, si fuese fácil no habría mérito en nuestra victoria final. La oración debe ser habitual, conversar con Dios mediante una oración amistosa, nos permitirá encontrar al Espíritu de Dios alimentando nuestro vigor por dentro.

 

Vivir la Cuaresma es una cuestión de amor y fe, que se resume en tres puntos fundamentales:

 

  • Amar a Dios con oración. Una comunicación amorosa entre el Creador y sus criaturas será clave para este camino.
  • Ayunar como prueba de amor a nosotros mismos para purificarnos. Debemos hacer ayuno no solo de alimentos, sino de todo acto o pensamiento que nos quite la armonía y la paz, o nos aleje del bien.
  • Hacer sacrificios por los demás. El amor es entregarse por quienes amamos, tal como Jesús lo hizo. Amar a nuestros seres queridos, ayudar al necesitado, dar limosna, dejar de pensar en nuestros intereses y velar por el bienestar de quienes amamos será una herramienta cuaresmal para llevar a cabo.

 

Recuerda esto:

 

La renovación interior implica esfuerzo, penitencia, amor y paciencia. La prueba del desierto que podamos experimentar puede ser fuerte, pero sin duda, Dios es invencible. Enfoquémonos en lo bueno que poseemos y no en lo negativo. Dejemos que Dios salga victorioso en nuestras vidas y nos rescate con firmeza. Todo lo podemos con Cristo que nos fortalece. Caminemos junto a Jesús como su ejército leal.

 

 

El amor vence al mal, ¡busca a Dios amando y vencerás!

 

Con afecto,

Javier 

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