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Triunfadores por excelencia

Es momento de celebrar la vida, de hacer un brindis por un triunfo de excelencia, de alzar los brazos y alabar a Dios porque hemos triunfado con Él.

 

Cuando llega el momento de abrazar lo dulce de nuestra existencia, es cuando el esfuerzo y la disciplina no son sinónimos de imposición, sino de un estilo de vida libre.

 

Seguir a Cristo como valientes guerreros implica que debemos llevar puestos una armadura espiritual para enfrentar a todo lo que no viene de Él. (Referencia: Efesios 6, 10-13;  14-18). Ciertamente llevar nuestra cruz de vida y vestirnos de la armadura de Dios, es un peso que puede incomodarnos, pero sin duda, este peso es perfectamente llevadero si nos enfocamos más en los beneficios que en las incomodidades. Ya lo dijo Jesús: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera." (Mateo 11, 28-30).

 

Sabemos que Dios nos ama profundamente y quiere nuestro bien, entonces lo más razonable, es que nuestro estilo de vida sea cumplir la voluntad de Dios. Cumplir la voluntad de Dios requiere esfuerzo, constancia, disciplina, pero sobretodo una profunda confianza en su poder. Los caminos de Dios no son fáciles: las constantes luchas espirituales a las que estamos expuestos nos pueden hacer tropezar. La oración diaria, asistir a la Eucaristía, mantener una vida honesta, realizar un examen de conciencia antes de acostarse, rezar el Rosario, servir a los demás, son claros ejemplos de constancia y disciplina para un cristiano.

 

Una vida en los caminos de Dios, jamás estará exenta de tropiezos. De hecho, los problemas deben fortalecer nuestra fe en Dios ya que Él manifiesta su Victoria en nuestras caídas. Donde hay pecado sobreabunda la Gracia de Dios: "Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia. Porque así como el pecado reinó produciendo la muerte, también la Gracia reinará por medio de la justicia para la Vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor."

 

La Cuaresma es un tiempo donde podemos aprender mucho de estas vivencias, pero en general, en todos los días de nuestra vida, habrá diferentes problemas, tentaciones, caídas. Solamente, permanecer en Cristo será la única forma de ser vencedores.

 

Las tentaciones nos acechan todos los días y nos incitan a pecar, pero dependerá de nosotros acoger la voz de Dios y poner un alto al enemigo. Cuando logramos vencer a las tentaciones, aunque sea a una parte de ellas, nuestra fortaleza espiritual crece y se renueva, siempre con Jesús como aliado y amigo.

 

Santa Faustina Kowalska, tuvo un encuentro con el mismo Jesús, quien le reveló ciertos consejos para fortalecerla en su lucha espiritual. Cristo quien nos fortalece, nos ayudará a vencer, Él nos ha dado estos consejos:

 

1. No luches solo contra la tentación sino que descúbrela inmediatamente al confesor y entonces perderá toda su fuerza

Es imposible vencer por nuestras propias fuerzas. Reconocer nuestros pecados y acudir a un sacerdote para confesarnos sin complejos, es una virtud para debilitar al mal. Cristo a través de los sacerdotes nos acompaña y nos aconseja. 

 

2. No pierdas la calma, vive en mi presencia, pide la ayuda de mi Madre y la de los santos.

Una sonrisa en nuestro rostro y otra en nuestro corazón deben dibujarse día a día. Vivamos en paz, en calma. Jesús está con nosotros acompañando nuestro camino. Repitamos varias veces el nombre de Jesús y María a lo largo del día. Busquemos la intercesión de nuestra Madre, de los santos. 

 

3 Ten la certeza de que yo te miro y te sostengo.

Estar convencidos de que Jesús nos mira y nos sostiene siempre, cada segundo a nuestro lado, es realmente reconfortante. El Rey de Reyes nos acompaña, nuestro amado Salvador nos abraza noche y día permanentemente. Esta verdad, no solamente debemos proclamarla, sino vivirla, sentirla, disfrutarla.

 

 

4. No tengas miedo ni de las luchas espirituales ni de ninguna tentación, porque yo te sostengo si tú quieras luchar; has de saber que la victoria siempre está de tu lado.

Mientras nuestra consigna sea la de pertenecer a Cristo, no debemos temer. No hay nada ni nadie que nos pueda separar del amor de Dios. El miedo paraliza, entorpece. Pero Cristo conforta, renueva, fortalece, anima. Cristo es la luz y la Vida, es la muralla espiritual que ha vencido todo lo que nadie ha logrado ni logrará vencer. El fracaso o la victoria, dependen de una decisión nuestra: estar lejos de Cristo o estar junto a Cristo.

 

5. Con una lucha intrépida me das gloria y ganas méritos para ti, la tentación ofrece la posibilidad de demostrarme tu fidelidad.

Aunque caigamos, debemos levantarnos y no dejar de luchar. Nuestro mérito será enfrentar a la tentación y no caer. En los momentos en que somos capaces de mantenernos firmes y desechar el pecado, estaremos haciendo una hazaña magistral, Dios premiará este acto heroico pues estaremos cumpliendo la misión más intrépida como guerreros de Cristo: ser más fuertes que nuestra tentación.

 

6. Sinceridad sin límites con tu director espiritual.

 

Debemos orar a Dios para que contemos en nuestra vida con un guía espiritual. Puede ser un sacerdote o una persona llena del Espíritu Santo que pueda guiarnos en los caminos del Señor.

 

 

Sin duda, para ser triunfadores por excelencia, debemos estar junto a Dios y apoyarnos en los miembros de nuestra Iglesia. Y es que los logros por nuestra propia cuenta no existen. Caminar acompañados será importante. Siempre debemos reconocernos necesitados de la Misericordia de Dios para alcanzar su Gracia.

 

Los hijos de Dios tendremos en nuestra vida a un "Goliat" que derrotar, un gigante que vencer: ya sea una tentación, una lucha interna, un miedo, un pasado. La confianza en Dios es esencial para nuestro triunfo. Así como lo hizo David quien derrotó al gigante filisteo Goliat, pese a ser el más pequeño de sus hermanos. Este relato lo podemos leer en 1 Samuel 17, 1-58. Si nos entregamos a Dios por completo en nuestra batalla, la victoria será nuestra. Tal como lo hizo David, demos Gloria a Dios con nuestros actos valientes y derrotemos a los gigantes que pretenden acabarnos:

 

"Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo." (1 Samuel 17, 40)

 

"David replicó al filisteo: «Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. (1 Samuel 17, 45)

 

"Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo. En seguida se metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo." (1 Samuel 17, 48-49)

 

David derrotó a Goliat con  la plena confianza en Dios, pero también con un celo por defender a Dios, por honrar su Nombre. David derrotó a Goliat con una piedra, de las cinco que tomó. Dulce presencia de María y su Santo Rosario, en nuestros tiempos nos recuerdan a las "piedras de David". Sabemos que el Santo Rosario es un arma poderosa que nos dio nuestra Madre para ayudarnos en nuestra lucha espiritual. Que cada cuenta del Rosario, cada Avemaría sea evocada por nuestros labios cuando tengamos en frente a un gigante por vencer. David tomó cinco piedras. Nosotros tomemos los cinco misterios como armas contra el enemigo.

 

 

Recuerda esto:

 

Confiemos en Dios siempre. La batalla espiritual jamás se la obtendrá por iniciativa individual. Necesitamos estar junto a Dios y caminar con la ayuda de otros miembros de la Iglesia de Cristo para salir adelante. La victoria será más eficaz si también nos acompaña nuestra Madre María. Solo así podremos ser triunfadores por excelencia en la inevitable lucha que libramos día a día.

 

Con afecto,

Javier.

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