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Estrategia de poder

 

El proceso de cambio y mejoramiento continuo es frecuente describirlo con una expresión muy conocida: "Si queremos obtener los mismos resultados, hagamos siempre lo mismo. Si queremos resultados diferentes, hagamos cosas diferentes".

 

Resultados grandiosos, requieren esfuerzos grandiosos. La victoria sabe dulce cuando hay una voluntad personal para transformar, para trascender. La victoria brillará en nuestras vidas si dejamos que el Victorioso por excelencia tome el control de nuestros caminos. Jesús es el camino, la verdad y la vida, Jesús es el único quien tiene el poder para hacer milagros en cualquier circunstancia personal.  

 

Si dejamos que la monotonía, los problemas y los sentimientos negativos sean una constante en nuestra vida, la victoria personal jamás se hará presente. Las ganas de vivir no podrán fortalecerse, y cada tentación, cada caída parecerá tener más fuerza que el deseo de vivir días mejores. Un hijo de Dios no puede optar por este modo de vida.

 

La estrategia de poder para un cristiano es: Jesús. Él, quien se ha revestido de honor, poder y gloria en su triunfante resurrección, podrá hacer que nuestra vida brille triunfante. Seamos portadores de la luz de Cristo en nuestros corazones, alberguemos en nuestra vida el amor, la paz y la justicia. 

 

Jesús vino a romper esquemas, tradiciones, monotonías. Si queremos un cambio verdadero en nuestras vidas, no podemos vivir apegados a estancamientos que apaguen nuestra luz, caso contrario nos pareceremos a aquellas personas que en tiempo de Cristo, no le dieron el lugar que le correspondía aunque vieron con sus propios ojos los milagros, solamente por cuidar su espacio de "poder", un poder del mundo. Y es que el mundo incita a que los tesoros personales deberían enfocarse en el dinero, en las cosas materiales, el trabajo intenso, el la influencia sin sentido en la sociedad. Vivir inmersos en este "poder" es vivir en una prisión.

 

Vivir en Cristo, en su victoria, es buscar tesoros del cielo, bienes preciosos que podrán llenarnos de alegría y bienestar verdadero, duradero y eterno. La fe en que Jesús nos llevará al trono de la victoria debe ser fuerte en nosotros, Cristo vendrá en nuestro auxilio, es una promesa que debe motivarnos día a día:

 

"Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno". (Hebreos 4, 15-16).

 

Dios nos ha dado la más grande muestra de amor: a su Hijo Jesucristo. Jesús en su gran Misericordia nos ha dejado a su Santo Espíritu para hacernos valientes, Jesús nos ha dejado el tesoro de la paz, pero una paz celestial, una paz que da alegría, así fueron sus palabras:

 

"Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. La paz les dejo; mi paz les doy. La paz que yo les doy no es como la da el mundo. Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo. (Juan 14, 26-27)

 

 

De este modo, si queremos días mejores, debemos seguir a Cristo y atesorar su paz en nuestras vidas para poder brindar paz a otras personas. No podemos transformar nuestra vida si persiste en nuestro manera de ser los aspectos negativos.

 

La paz de Dios es vivir en armonía, en amor. Es manifestar detalles a quienes amamos, es perdonar y orar por quienes nos han ofendido. Es mostrar nuestra mejor sonrisa, es planificar nuestra economía dejando que Jesús nos ilumine, es disfrutar de las cosas sencillas. 

 

Si un matrimonio ha caído en la frialdad, que su luz reviva con detalles, con servicio. Si una empresa ha caído en una crisis, que reviva con estrategias de comercio justo. Si un proyecto ha fracasado, que la meta reviva con creatividad para ver otras perspectivas.

 

Jesús es nuestra estrategia de poder. Que nuestra fe sea firme, oremos con todas nuestras fuerzas y confiemos de Jesús. Con el poder de Dios, la humanidad tendrá familias más alegres, matrimonios más sólidos, más santidad, más solidaridad y justicia, proyectos más rentables, noviazgos más santos, políticos más honestos. Cuando Dios vive en nuestras vidas, siempre habrá motivos para sonreír, siempre habrá una luz de esperanza en nuestro camino. 

 

 

Con afecto,

Javier

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