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La universidad del éxito

Podemos hacer una lista de varios requisitos y múltiples métodos para alcanzar el éxito en la vida.

 

Pero hay un requisito tan valioso, pero a la vez tan poco susceptible de vivirlo personalmente, que muchas veces pasa inadvertido en nuestras actividades cotidianas.

 

Sabemos que el mayor de todos los éxitos para un ser humano es alcanzar la Vida Eterna, y para lograrlo, Jesús nos mostró al mayor de los requisitos para conducir nuestra vida hacia el objetivo por excelencia del ser humano:

 

"Felices los que tienen el espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mateo 5, 3)

 

El espíritu de pobreza es un valor cristiano tan efectivo para alcanzar el Cielo que el mismo Jesús, en su Realeza lo vivió en teoría y práctica. Si este requisito es tan importante como para alcanzar al mayor de los éxitos personales, sin duda será importante para lograr otras metas en nuestra vida terrenal.

 

El espíritu de pobreza no tiene nada que ver con la miseria física o el vacío del alma. En realidad, el espíritu de pobreza consiste en buscar la felicidad con las bendiciones y gracias que Dios nos concede en medio de la prosperidad y las dificultades. Tener espíritu de pobreza es anteponer la humildad a la avaricia y a la soberbia. Es dejar que el deseo personal de complacernos a nosotros mismos quede a un lado para entregar una muestra de amor y solidaridad a los demás.

 

La pobreza de espíritu es clave para una adecuada vida espiritual, puesto que la gente feliz es aquella que busca la paz y el regocijo interior en espacios que no concentran riquezas materiales, dinero o poder. El mundo de hoy está enfermo de soberbia y poder, y esto claramente es contrario al camino hacia el éxito espiritual. La pobreza de corazón es un estilo de vida que conduce hacia la verdadera libertad personal, la libertad de recibirlo todo gratuitamente y de entregarlo todo incondicionalmente.

 

La pobreza de corazón es un desprendimiento total del ego personal y reconocernos limitados, a la vez que otorgamos toda nuestra dependencia a nuestro Padre Celestial como el verdadero amor y fuente de victoria. Al practicar este modo de vida, el arrepentimiento por las cosas malas que hacemos vendrá por añadidura, y con ello nuestro ser podrá acogerse a la Misericordia y Providencia de Dios de manera práctica. Esta es la esencia de tener pobreza de espíritu.

 

Debemos conocer y reconocer nuestra debilidad y pequeñez ante Dios, poner nuestra confianza en Él, esperar todo de Él, buscar su protección poderosa en cada instante. Debemos tener actitud de pobreza espiritual y vaciar nuestra alma de aquellos pesos de soberbia y egoísmo. Cuando estemos vaciados y disponibles para Dios, habrá lugar para su acción divina, para su bendición incondicional, para nuestro éxito.

 

El pobre de espíritu no permite que el dinero, ni ninguna otra posesión material o inmaterial se interponga entre él y el Cielo. El pobre de espíritu no piensa dos veces para deshacerse con firmeza de algo que dañe su relación con Dios y con sus seres queridos.

 

El éxito se consigue con un corazón sencillo, con ése espíritu de ayudar a otros a crecer, a compartir los problemas y a buscar soluciones en unidad, a innovar y emprender pero sin perjudicar al resto en el camino. El éxito se consigue con transparencia y trabajo en equipo, con honradez y serenidad, con esfuerzo y confianza en Dios.

 

"Antes de la ruina el hombre, su corazón se pone soberbio; por el contrario, la humildad precede a la gloria." (Proverbios 18, 12)

 

Recuerda esto:

 

El éxito por excelencia se consigue con un corazón sencillo, y esta práctica debe ser nutrida cada día. Reconocernos necesitados de Dios es el punto más alto de pobreza de corazón. Anteponer muestras de entrega a nuestra soberbia es parte de este requisito valioso para sentirnos bien por dentro. 

 

Con afecto,

Javier

 

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