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La virtud de ser contemplativos ante los enemigos del alma

Llevar una vida cristiana eficaz, se convierte en un reto del cual debemos salir victoriosos, en medio de la batalla espiritual en la que nos hallamos inmersos.

 

La Biblia nos muestra que tenemos tres enemigos del alma que buscan alejarnos de la Gracia de Dios y del camino hacia nuestra santidad: el mundo, el demonio y la carne:

 

"Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el demonio acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes». Jesús le respondió: «Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios"». Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"». Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"». El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto"». Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. (Mateo 4, 1-11)

 

Si Jesús siendo libre de toda culpa, fue acechado por el demonio, nosotros como seres frágiles e inclinados hacia la tentación, estamos todavía más expuestos a estos enemigos:

 

1. El mundo: son los criterios, costumbres y estilos de vida inadecuados, ambientes aparentemente atractivos y seductores pero que están lejos de la voluntad de Dios y son veneno para nuestras almas. El deseo de llenarse de riquezas, de poder, de placer superficial, es contaminarse del mundo. El demonio quiso tentar a Jesús ofreciéndole los reinos del mundo con un aparente esplendor. Jesús enfrentó esta tentación dejando en claro que solo a Dios debemos servir y solo en Él debemos gozarnos. 

 

 

2. El demonio: busca intervenir en nuestros pensamientos para colocar ideas perversas en nuestra mente, nos hace desear cosas que son desagradables a los ojos de Dios, conoce nuestras debilidades pues es un ser astuto. Jesús enfrentó al demonio con firmeza cuando le dijo: "No tentarás al Señor tu Dios", nosotros bien le podemos decir: "No me tentarás pues soy hijo de Dios, mi cuerpo y mi alma le pertenecen a Cristo y a María".

 

3. La carne: es nuestro cuerpo que busca la comodidad, y la complacencia de deseos pecaminosos a toda costa. Es nuestro ego sin control. La carne nos lleva a caer en los pecados capitales: lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza, gula. Contra estos pecados debemos moldear nuestra carne con las siguientes virtudes: castidad, paciencia, humildad, caridad, generosidad, diligencia, templanza. Jesús venció al enemigo cuando fue tentado a convertir piedras en panes y mencionó que el cuerpo no solo necesita comida para vivir sino alimento espiritual: la Palabra de Dios.

 

 

Jesús nos mostró el camino para que podamos vencer en esta fuerte lucha espiritual. Recordemos que Jesús se hizo fuerte en la oración y en el ayuno. Dios nos muestra muchos caminos para enfrentar a la tentación, sabemos que tenemos su Gracia y su Misericordia incondicional, por lo que el primer paso es contemplar a Dios como nuestra fuente de amor y victoria. Tener siempre puesta nuestra mirada en su Presencia es un requisito imprescindible (incluso cuando caemos en pecado).

 

La contemplación es una convicción personal en Cristo, es una mirada de fe fijada en Jesús. El Santo Cura de Ars, uno de los santos más victoriosos ante el enemigo tenía una frase muy práctica que resumía la contemplación hacia Jesús: "Yo lo miro y Él me mira", así oraba ante el Sagrario. La contemplación es una atención fiel a Jesús con una renuncia a nosotros mismos. El intercambio de miradas entre Cristo y nosotros purifica nuestro corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina nuestra vida y nos hace más sensibles a seguir su ejemplo.

 

Ser contemplativo es una virtud muy eficiente ante la lucha espiritual. Ser contemplativos implica que podamos albergar a Dios en nuestros pensamientos, meditar lo que nos sucede, hacer un examen de conciencia de nuestros actos y tener un espacio de arrepentimiento. Ser contemplativos nos lleva a ver la esencia de Dios en todo lo que nos rodea, incluso en las personas o situaciones que nos indisponen. 

 

Nuestra Madre María es un claro ejemplo de santidad y de virtud contemplativa: "Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón". (Lucas 2, 19)

 

La Biblia nos muestra otro claro ejemplo de ser contemplativos entre dos mujeres que recibieron la visita de Jesús en su casa:

 

"Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que muy estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada»". (Lucas 10, 38-42)

 

En medio de la lucha con nuestros enemigos del alma, lo mejor que podemos hacer es buscar contemplar a Dios en cada momento, dejando a un lado las preocupaciones. Ser contemplativos es enfrentar las dificultades con la mirada fija en el Señor, sabiendo que Él hará el trabajo más pesado por nosotros. Es como caer en aguas profundas y no cansarnos en dar patadas de ahogado pues tenemos a un salvavidas poderoso que nos llevará a un lugar seguro. Tal como Jesús calmó las aguas en medio de la tormenta.

 

Una persona que vive al margen de Dios, se satisface con egoísmo, busca el poder del mundo y no tiene ningún sentimiento de amor por otras personas, tampoco se evalúa interiormente con arrepentimiento. Por el contrario, una persona que busca el refugio en Dios, vive una vida con fe inquebrantable, se esfuerza para encontrar al Señor en su vida cotidiana Cuando comete un pecado se arrepiente y pone su mirada en la misericordia del Todopoderoso. Es generoso y busca entregar algo de sí a los demás.

 

Los enemigos del alma nos llevan a vivir una vida con estos antivalores:

  • Buscar mucho dinero y bienes de manera egoísta
  • Complacer al cuerpo en todos los gustos y placeres sin importar si hay pecado de por medio
  • Querer honores, fama y prestigio a toda costa

 

 

En contraste, Dios, nuestra fuente de Vida Eterna nos conduce a vivir esta pirámide de éxito:

  • Amar a Dios, cumplir sus mandamientos y tener plena confianza en su Poder
  • Amar al prójimo y tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros
  • Perfeccionar nuestra santidad día a día, buscar el arrepentimiento y la confesión

 

Tenemos dos opciones: vivir adictos a lo que nos aleja de Dios, o acercarnos día a día hacia el amor de Dios. La mejor manera de servir a Dios es escuchar su voz, contemplando su grandeza en medio de nuestra pequeñez. Debemos encontrar a Dios en nuestro interior, debemos buscar al Señor con todo nuestro corazón. 

 

 

La Misericordia del Señor es infinita Si nuestro deseo es buscar a Cristo, Él no nos dejará desamparados, pues: "donde abundó el pecado sobreabundó la gracia" (Romanos 5, 20).

 

Recuerda esto:

 

Contemplemos a Jesús en los sacramentos, en la Eucaristía, en el Santísimo, en la oración. Invoquemos diariamente la ayuda de nuestra Madre María, Ella venció a los enemigos del alma porque fue contemplativa. Si vamos con María, triunfaremos en la batalla, pues el demonio no soporta ni escuchar su Nombre. Invoquemos también a nuestro Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel para que nos ayuden a vencer en esta lucha espiritual a la que nos enfrentamos. Sin duda si fijamos nuestra vida en Jesús, saldremos vencedores hasta llegar al cielo.

 

Para complementar este espacio, te invitamos a aprender de la vida de los santos de la Iglesia. Ellos tuvieron grandes luchas con los enemigos del alma y cayeron en pecado, pero al final mantuvieron su vida apegada a Cristo y a María, por ello ahora están disfrutando de las delicias de la Vida Eterna. Dejamos un enlace en donde podemos conocer más de su vida, bien nos pueden servir de ejemplo:

 

 

Con Dios lo tenemos todo, si permanecemos en Él, nuestra victoria está asegurada.

 

Con afecto,

Javier

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