· 

Dios es más grande que nuestros problemas

Los problemas que enfrentamos en nuestra vida, deben conducirnos a afianzar nuestra confianza en Dios para salir vencedores. 

 

El fracaso y el desaliento en medio de las dificultades no es el camino que Dios quiere para nosotros. Por el contrario, Dios quiere de nosotros que lleguemos a la alegría del corazón.

 

La solución a todos nuestros problemas es proporcional a la fe que tenemos en nuestro Padre Celestial. Como hijos del Altísimo, somos llamados a vivir en la alegría, aún en medio de dificultades y luchas. No podemos afligirnos permanentemente ante la adversidad. Ciertamente hay problemas que a primera vista parecen imposibles de resolver o parecen tan grandes que nos da miedo siquiera enfrentarlos. Pero Dios tiene el poder absoluto para resolverlo todo. 

 

Cuando aprendemos a confiar en Dios de manera incondicional y serena, nuestra vida podrá sentir al amor de Dios en cada circunstancia, ya sea en las pequeñas dificultades del día a día, o hasta en aquellos problemas que nos tocan los sentimientos. Sin duda, aunque parezca imposible de alcanzar la solución, si pedimos a Dios con fe y nos esforzamos, podremos sentir el milagro del Señor de forma palpable.

 

"Porque yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano y te digo: «No temas, yo vengo en tu ayuda»." (Isaías 41, 13)

 

Confiemos en Dios con todo nuestro corazón y mente, con todas nuestras fuerzas y capacidades. Con Dios de nuestro lado, al final todo estará bien. Él nos sostendrá en las debilidades y podremos vencer ante los problemas. Con el Poder de nuestro Padre Celestial, toda muralla por difícil que parezca, podrá ser derribada. Debemos confiar en que Dios extenderá sus manos para levantarnos en victoria y hacernos sentir su amor sanador. Pongamos delante de Él nuestro corazón afligido, y sentiremos cómo curará cada cicatriz, cada dolor, cada lágrima y nos llevará hacia la alegría divina.

 

"El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos". (Salmos 34, 19)

 

Dios es más fuerte que cualquier enfermedad, que cualquier problema, que cualquier herida. En las tempestades más fuertes, Dios se levantará victorioso para crear un día de sol alegre y pacífico para quienes en Él confían.

 

"A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi auxilio? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra" (Salmo 121, 1-2).

 

De nuestra parte dependerá si continuamos sumidos en el desierto lejos de Dios o si avanzamos hacia los verdes prados que nuestro Padre nos ofrece para triunfar en su Nombre.

 

Dios nos lleva al límite de nuestras habilidades para que aprendamos a confiar en Él. Nuestros recursos son limitados, pero cuando ponemos nuestra mirada en el Señor, nuestros recursos son ilimitados. Las pruebas que pasamos tienen un propósito mucho más alto que el simple sufrimiento. Dios usará nuestras pruebas para nuestro propio bien. Al final del camino, Dios nos dará su victoria.

 

Jesús nos acompaña siempre, en todo momento, Él estará con nosotros hasta el final:

 

"Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo." (Mateo 28, 20).

 

Con afecto,

Javier. 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0