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¡Viva Cristo Rey!

El último Domingo del año litúrgico se celebra la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. La fiesta de Cristo Rey nos invita a reflexionar que Jesús es el centro de toda la historia universal, es el principio y el fin (el Alfa y el Omega).

 

Jesús vino al mundo para anunciar el Reino de Dios, el Mesías Redentor nos compartió su Evangelio y selló con su Sangre la unidad entre Dios y el ser humano.

 

Ciertamente Jesús nos enseñó que su Reino no es de este mundo, pero sin duda se comienza a vivir aquí en la tierra. Por tanto, para llegar al Reino de Dios, debemos procurar llevar una vida terrenal apegada a la imitación de Cristo y a sus enseñanzas.

 

Una de las cosas que podemos destacar es su Cruz, así como Jesús, debemos llevar una cruz en nuestra vida. Todos llevamos una cruz, que puede ser cualquier tipo de problema que se manifiesta en nosotros. Pero sabemos también que Dios jamás nos dará una cruz tan pesada que no la podamos llevar.

 

La alegría de ser cristiano, es saber que Jesús nos acompaña con fidelidad a llevar nuestra cruz, cualquier dificultad siempre será superada en nombre del Rey del Universo. Cristo reina en nosotros, todo lo que logramos superar, toda meta alcanzada, toda bendición que recibamos, toda idea sabia que brille en nuestra mente, todo absolutamente todo viene de Él. Su Reino es universal, esto significa que es para siempre y para todos los que permanezcamos unidos a Él.

 

 

"Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no reivindicó en los hechos la igualdad con, sino que se despojó, tomando la condición de servidor y llegó a ser semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»." (Filipenses 2, 5-11)

 

 

Cristo nos invita y nos espera para que lleguemos al Paraíso. Cada instante está tocando las puertas de nuestro corazón, buscando que las abramos a su infinita Misericordia. Solo así, Jesús podrá reinar en nosotros. Estamos llamados a recibir el Reino de Dios con nuestros actos en este mundo. Cuando logremos afianzar el Reino de Dios en nosotros mismos, podremos llevarlo hacia otras personas o ambientes.

 

 

 

"Demos gracias a Dios Padre, que nos preparó para recibir nuestra parte de la herencia reservada a los santos en su Reino de luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, y renació antes que nadie de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz." (Colosenses 1, 12-20)

 

 

La clave para obtener el Reino de Dios por medio de Jesús se resume en tres etapas:

  1. Buscar a Cristo
  2. Encontrarse con Cristo
  3. Amar a Cristo

La primera etapa para alcanzar el Reino de Dios, es comprender que Él nos amó tanto que entregó a su Hijo unigénito para salvarnos. Esto nos debe motivar para encender una llama de reciprocidad hacia el Padre y buscar a Jesús, logrando asimilar tan grande misterio de Salvación. Con tan solo repetir constantemente la palabra "Jesús" es más que suficiente para buscarlo, sobre todo para quienes aún no lo conocen o tienen dudas.

 

La segunda etapa es tener un encuentro personal con Cristo. Esto suele suceder cuando menos se lo espera, puede ser cuando atravesamos una dificultad y logramos salir bendecidos, también pude ocurrir que superamos una adicción o simplemente sentir un gozo en el pecho. El encuentro personal con Jesús es propio de cada persona, por lo que podríamos enumerar muchos ejemplos más. Pero lo más importante es que busques tu propio encuentro personal con Él. Seguro será una experiencia infinitamente alegre.

 

La tercera etapa es amar a Cristo. Cuando entendemos que Jesús lo representa todo, podremos amarlo con todas las fuerzas de nuestro corazón, pues Él es nuestra victoria, nuestra fuerza, nuestra salvación, nuestro camino hacia la Vida Eterna. Cuando logramos amar a Jesús, buscaremos seguirle, imitarle, nos sentiremos mal cuando pequemos, nos sentiremos motivados para entregar amor incondicional, guardaremos con celo su Nombre, lucharemos para alcanzar el Cielo y vencer la tentación. Amar a Jesús es aferrarse a Él como un niño, amar a Jesús es convertirnos en fuentes de su Espíritu Santo. Amar a Cristo es sentirlo en nuestros corazones y salir al mundo como contentos aunque en el camino tropecemos. Amar a Cristo es reconocerlo como nuestro Rey.

 

¡Viva Cristo Rey!

 

Con afecto,

Javier

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Comentarios: 2
  • #1

    Raphael Messager (viernes, 01 mayo 2020 05:33)


    Buenos días,
    Estoy difundiendo una revelación privada dada en Francia por Jesucristo: mensajes en los que habla de todos los desafios de nuestros tiempos y explica su plan para salvar el mundo, purificarlo y establecer su Reino de amor, paz y justicia en la Tierra. Se trata del programa político de Cristo Rey, con un llamado para que participemos a la preparación de su regreso y de su plan de salvación.
    Si les interesa recibir este libro Alegría de Dios en formato PDF, no dude en contactarme.
    Cordialmente

  • #2

    Talismán Radio (viernes, 01 mayo 2020 08:45)

    Estimado Raphael

    Gracias por su mensaje. Puede enviarnos la publicación a nuestro correo: talismanmiradio@gmail.com

    Te enviamos un saludo inmenso, que Dios te bendiga siempre