Hace pocos días celebramos San Valentín, una fiesta que sin duda se ha convertido en una época muy comercial; llena de flores, chocolates, cenas y muchos regalos materiales.
San Valentín es el patrono de los enamorados y de los matrimonios, quien arriesgo su vida para casar a escondidas a las parejas de los enamorados y les regalaba flores. El amor de este Santo Sacerdote por Jesús para defender el matrimonio sin duda nos inspira, a elevar el amor humano hacia el amor divino para el que fuimos creados.
Aprovechemos todos los días para amar de verdad a nuestros padres, hermanos, nuestros hijos, amigos, nuestra pareja, amemos a los esposos. Amenos las cosas sencillas del día a día demostrando el amor con gestos amables, con un beso, un abrazo, con un te amo de corazón, seamos considerados y hagamos de todos los días un verdadero San Valentín.
Y sobre todo no olvidemos dar gracias al amor de los amores: a Jesús, nuestro amigo fiel, el que dio su vida por amor, el que siempre nos sorprende con detalles. Dios es el origen del amor: para vivir felices debemos amar como Jesús nos amó, vivir como Jesús vivió y sentir lo que Jesús sintió.
“Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor. Miren como se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de Él. Esto es el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su hijo como víctima de nuestros pecados. Hijos míos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente. A Dios no lo ha visto nadie jamás, pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor a llegado a su plenitud en nosotros.” (1 Juan 4, 7-12)
Decidamos amar a nuestros padres y acompañarlos mientras estén a nuestro lado, incluso cuando chocheen; que es cuando más necesitan de los hijos.
Decidamos amar a nuestros hijos y apoyémolos siempre, confiamos en ellos y dediquémoles tiempo, ese será el mejor regalo.
Decidamos amar a nuestros amigos, aunque no tengan tiempo y no los podamos ver, a pesar de que no estén a nuestro lado siempre estarán en nuestro corazón y podrán contar con nosotros.
Decidamos amar a nuestros hermanos, aunque pasemos tiempo peleando y a veces nos saquen de nuestras casillas.
Decidamos amar a nuestra pareja con el alma y esforcémonos para que sepan que la amamos de verdad, no le huyan al compromiso; si encuentran a alguien que les de paz, alegría y amor de verdad no la suelte, disfruten cada día a su lado.
Decidamos amar a nuestros esposos y ser fiel y respetarlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y enfermedad para cuidarlo y amarlo hasta que la muerte los separe.
“Debemos amarnos unos a otros pues este es el mensaje que ustedes han oído desde al comienzo” (1 Juan 3-11)
Un abrazo en Cristo y María.
Lidia
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