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¡Felices Pascuas!

Hoy es el día de gozo, el día de la felicidad, el día de la Victoria de nuestro Señor Jesucristo. Jesús venció a las tinieblas de la muerte y resucitó triunfante, lleno de Gloria y Poder.

 

Los hijos de Dios hemos vivido una Cuaresma diferente y un Triduo Pascual de una manera nunca antes experimentada. El Señor lo ha querido así. 

 

Sin embargo, aunque las circunstancias que atraviesa el mundo han ocasionado el cierre de los templos y el confinamiento de las personas, la Iglesia ha permanecido de pie, viva y latente, celebrando este tiempo con la mirada puesta a Dios de forma más profunda. Las personas ha vuelto sus ojos al Dios Vivo, la esperanza floreció en un mundo de incertidumbre.

 

En la Celebración del Vía Crucis el viernes 10 de abril, el Papa Francisco dijo: "Dios es aliado nuestro, no del virus". Esta frase nos permite entender que los diversos males del mundo no van de la mano de Dios. Nuestro Padre Celestial quiere darnos bendiciones, fortaleza en su Santo Espíritu, pero sobretodo amor y esperanza en días mejores. La vida es un recorrido con altibajos, es vivir un Vía Crucis, tal como lo vivió Jesús. Pero al final, todo el dolor, todas las adversidades, todo el sufrimiento llegarán a su fin, con esto se dio paso a la alegría, al triunfo, a la Resurrección, a la Vida Eterna.

 

Toda nuestra vida cristiana se centra en la Cruz y en la Resurrección de Jesús, su triunfo es la razón de nuestra fe, de nuestra esperanza en tiempos mejores, en nuestra fidelidad hacia su amor para obtener la Gracia de la Vida Eterna. Hoy más que nunca, estamos llenos de alegría y esperanza por un porvenir mejor, ya sabemos que este porvenir es el Paraíso.

 

Busquemos en el día a día, resucitar con Cristo. Renovar nuestro ser y centrarnos en los bienes del Cielo, lo enseñado por Jesús, lo dice San Pablo:

 

"Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del Cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces ustedes también se manifestarán gloriosos, juntamente con Él" (Colosenses 3, 1-4)

 

Es decir, si ya hemos tenido un encuentro con Cristo, sería tonto volver a nuestra vida de oscuridad o de pasado decadente, pues Jesús nos muestra que seguirle e imitarle nos hará dichosos en el Paraíso, con miras hacia un mañana mejor. 

 

Si bien es cierto, el proceso de Salvación que concretó Jesús, fue morir por nuestros pecados, hay aún una razón más importante que lo motivó a hacerlo: el amor por nosotros. El amor es más fuerte que el pecado. Así lo definió Dios en su plan para salvarnos, y así debemos comprenderlo y poner en práctica en nuestra vida.

 

Proclamemos que Jesús murió en la Cruz, nuestra insignia bendita. Proclamemos también que Jesús resucitó victorioso y lleno de Gloria para salvación de nosotros, su pueblo amado.

 

Que nos nos quepa la menor duda que Jesús sanará a la humanidad y que esta oscuridad momentánea se convertirá en tiempos mejores y al final de nuestros días, nos encontraremos con Jesús, quien con su Misericordia nos llevará a la Vida Eterna porque fuimos fieles a su amor. Dejémonos amar por Dios siempre. Veámonos en el espejo de nuestra Madre María, Ella, tan fiel a Dios, tan humilde pero a la vez tan valiente, sufrió dolores del cuerpo y del alma por Cristo, pero al final fue revestida de Gracia por la eternidad. Amemos a nuestra Madre que intercede por nosotros y lo hará en la hora de nuestra muerte.

 

"El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos." (Juan 20, 1-9)

 

 

Ningún dolor, problema, enfermedad supera al poder de Dios. Ni las oscuridad más tormentosa podrá alejarnos del amor infinito de nuestro Padre Dios. Ni la muerte es capaz de superar a la resurrección de Jesús. Ánimo, tengamos fe y esperanza, todo estará bien. La vida no termina en el mundo, hay una alegría eterna que viene de Dios y hacia allá vamos. 

 

Felices Pascuas

Bendiciones de Jesús y María

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