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Creciendo como el trigo

 

Nuestra vida es una combinación de aciertos y errores. Una constante batalla interior se libra día a día. 

 

Es difícil ser buena persona todo el tiempo, hay ocasiones en que lo malo nos vence. Y allí está el desafío: luchar para que día a día pongamos un bloque para la construcción de una fuerte edificación que nos represente como seres humanos.

 

De la mano de Dios, los malos momentos siempre serán una oportunidad para darnos cuenta de su Misericordia. Evidentemente, nuestro aprendizaje de vida se manifiesta con más influencia en los momentos malos, que en los de confort.

 

El oro se funde para brillar, la semilla debe dar un paso al costado para que la planta de fruto. En las pruebas nos hacemos más fuertes.

 

"Jesús dijo: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?. Él les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero». (Mateo 13, 24-30)

 

 

En este mundo, las personas vivimos entre el bien y el mal. Pero somos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y más allá de nuestros defectos, el bien y la bondad son parte esencial de nosotros, pues el Espíritu Santo habita en nuestro interior. Pero nuestra condición humana nos vuelve débiles hacia el mal. Trigo y cizaña en nuestro corazón batallando por crecer. Solamente con la ayuda del Segador Divino, nuestro Padre Dios, podremos despojarnos de la mala hierba que vive en nosotros.

 

 

No podemos escapar de la asechanza del mal, pero tampoco podemos escapar del amor de Dios. Al final si logramos serle fieles a Dios y sacamos lo mejor de nosotros hacia los demás, habremos vencido. Dios es infinitamente paciente con nosotros, porque su amor no conoce límites.

 

Sigamos adelante en nuestro caminar por la vida, con la mirada puesta en Dios, de quien procede todo bien. Él nos otorgará la fuerza suficiente que necesitamos para vencer el mal que no queremos hacer y hacer el bien que nos cuesta hacer.

 

Que el Señor nos ayude en este propósito de vida que es la esencia misma de nuestra meta celestial.

 

Javier

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