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¿Dónde quedó la unidad de los cristianos?

Jesús nos enseñó que la evangelización en su Nombre debió formarse en función de una Iglesia unida, indivisible; tal cual es la unidad divina de Dios:

 

“Que todos sean uno: como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste”  (Juan 17, 21).

 

Jesús oró desde su Sagrado Corazón por una Iglesia unida, en donde todos sus miembros permanezcan juntos. Una Iglesia unida se basa en dos elementos básicos: la fraternidad solidaria de sus miembros y el orden mantenido dentro de una jerarquía organizada.

 

Sabemos que Jesús proclamó el amor como forma de vida y por tanto: la fraternidad, la solidaridad, la paz entre cristianos debe ser la carta de presentación de su Iglesia. La hermandad entre cristianos permitió que el mensaje de Cristo se expanda por el mundo conforme a la voluntad de Dios.

 

En cuanto al orden de la Iglesia, sabemos que Dios es el Ser Supremo de Orden. Así pues, ni su creación ni sus planes son desorganizados ni se mueven por la anarquía. Dios y su obra es perfecta contemplan un orden establecido, una jerarquía. El Señor no procede al azar, sino con una razón específica. Así podemos comprobarlo desde la Creación misma: en seis días, Dios creó la tierra y todo lo que hay en ella hasta la formación del ser humano, y en el séptimo día descansó. Todo fue según su plan. Del mismo modo, podemos hallar orden en personajes como Noé, José, Moisés, David, nuestra Madre María, entre otros. Ellos fueron disciplinados y se sometieron a la voluntad de Dios. Jesús nombró a doce apóstoles para proclamar su Evangelio y los envió a evangelizar de dos en dos. También podemos resaltar la fuerza y valentía de los apóstoles, después de recibir al Espíritu Santo, que entendieron la importancia de una jerarquía para evangelizar en su camino, formando comunidades con presbíteros y atendiendo con nobleza la organización establecida con Pedro a la cabeza. 

 

Después de la Resurrección de Jesús, la fortaleza de los miembros de su Iglesia fue ungida por el Espíritu Santo, y fueron creciendo en número. A pesar de enfrentarse a pruebas de toda índole, la fraternidad y el orden que mantenían, les permitieron organizar el crecimiento de los cristianos por todas aquellas regiones donde viajaban a lo largo de los años después de Cristo. La persecución hacia los cristianos fue descomunal: cristianos encarcelados y martirizados, pero aun así, el mensaje de Jesús permanecía intacto y en expansión progresiva.

 

Una de las formas de comunicación más comunes de los cristianos de aquella época, era el símbolo del pez. La palabra pez en griego se escribe “ΙΧΘΥΣ”, y a su vez de esta palabra formaban un acróstico que significa: Ἰησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ (Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador). Mientras los cristianos eran perseguidos, ellos acostumbraban a dibujar una curva en la arena de los caminos, y si había otro cristiano cerca, éste dibujaba la otra mitad curva para completar la figura del pez. De este modo, ambos sabían que eran cristianos y que podían hablar libremente.

 

El pez les recordaba mucho a Jesús por muchos motivos: Jesús en su pesca milagrosa llamó a los cristianos a ser pescadores de hombres para evangelizar (referencia: Lucas 5, 1-11). Jesús multiplicó los panes y los peces (referencia: Mateo 15, 32-38). Jesús resucitado junto a sus discípulos, cenó peces recién sacados del mar (referencia: Juan 21, 1-13).

 

Los cristianos a lo largo de la historia, tuvieron varias formas de representar su identidad, de las cuales podemos resaltar: el alfa y omega (ΑΩ) (referencia: Apocalipsis 22, 13), el ancla (⚓) (referencia: Hebreos 6, 18-19). Actualmente el símbolo de los cristianos es la Cruz (), pues representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. 

  • "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. (Mateo 16, 24)
  • Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia. El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios. (1 Corintios 1, 17-18)

Entre la valentía otorgada por el Espíritu Santo y la persecución hacia los cristianos, estaba la Iglesia de Cristo, unida firmemente por medio de la fraternidad y el orden. Cristianos que encontraban sus vidas con otros cristianos y mantenían sólidos lazos de unidad y armonía entre sí, respetando la organización establecida.

 

Pero, ¿en qué momento la unidad de los cristianos comenzó a resquebrajarse?. El pecado es la causa de la división de los cristianos, hubo un momento en que el mensaje de amor proclamado por Cristo quedó a un lado para ser superado por los deseos de dinero, de poder, de ambición por cosas del mundo. San Pablo en su carta a Timoteo expuso lo siguiente: "Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición. Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos." (1 Timoteo 6, 9-10).

 

Pretender complacer al deseo personal antes que a la voluntad de Dios fue la causa para que la Iglesia de Jesús se fragmente y quienes se separaron lo hicieron porque en su corazón ya no hubo el deseo de someterse a Dios en fraternidad y en orden. Nos separamos en el gran cisma del año 1054, nos vimos envueltos en las Cruzadas que iniciaron en 1095, nos manchamos las manos con la inquisición iniciada por el año de 1184, nos separamos con Martín Lutero y su protestantismo desde 1521, nos sepamos con el anglicanismo de Enrique VIII desde 1531. Y así cada grupo creó "su propia forma de iglesia" basada en Jesús. Actualmente hay varios grupos que viven su propia idea de Cristo.

 

Ciertamente, nuestra Iglesia es un verdadero hospital de enfermos, de pecadores. Dejamos a un lado la unidad, la armonía y el orden establecido. Juan Pablo II en una de sus celebraciones litúrgicas del año 2000 pidió públicamente perdón por los pecados cometidos por los hijos de la Iglesia en el anuncio del Evangelio, pues estos errores del pasado fueron los que desencadenaron muchas separaciones. Quizá para algunos, pedir perdón no sea suficiente, pero también es importante que podamos evaluar nuestro propio interior antes de juzgar, ver la viga que hay en nuestros ojos.

 

Pero sin duda, Cristo ha venido acompañando a su Iglesia hasta ahora, y nos seguirá acompañando hasta el fin del mundo:

  • "Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella." (Mateo 16, 18)
  • "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». (Mateo 28, 19-20).

 

Por ello, a pesar de las persecuciones, de las divisiones, de los errores cometidos, la Iglesia de Cristo no podrá ser destruida por manos humanas, pues la Iglesia tiene como luz a Jesús y los errores humanos no pueden distorsionar nuestra fe. Nosotros ante todo, seguimos a Cristo y su Evangelio, y debemos procurar mantener la paz y respetar el orden en nuestra Iglesia.

 

Sigamos el ejemplo de los primeros cristianos, que llenos del Espíritu Santo convivían con el mensaje de amor de Jesús y lo predicaban con fraternidad y orden. Su amistad era noble y abrazaban a Jesús entre ellos, con sus actos.

 

Recuerda esto:

 

La Iglesia de Jesús gira entorno al amor y a un orden, pues Dios mismo representa estos valores. Así debemos llevar nuestras vidas y convivir con otros cristianos. En medio de un mundo en que los cristianos vuelven a ser perseguidos, lo mejor que podemos hacer es buscar a Jesús como nuestra luz y no dejar que las divisiones nos alejen de la hermandad fraterna a la que estamos llamados. Que cuando veamos a otro cristiano con un símbolo de pez o una cruz, podamos al menos saludarle fraternalmente en un abrazo en Cristo.

 

Con afecto,

Javier

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