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Lo importante de la vida

Lo más importante de nuestra vida son los momentos sinceros y amorosos que hemos disfrutado.

 

Sin duda, cuando recordamos aquellos momentos dulces de nuestra existencia, seguramente brotará siquiera una sonrisa de nuestro rostro. 

 

Las verdaderas riquezas que podemos obtener,  son aquellas que tienen su fundamento en el amor sincero. Y donde hay amor sincero, siempre estará presente Dios. Las riquezas cosechadas de la mano de Dios, son tesoros que trascienden lo material y tocan el corazón, el alma. Donde hay amor está Dios, y donde está Dios prevalece el amor.

 

En ocasiones parece que perdemos la noción de lo verdaderamente importante: tener a Dios en el centro de nuestra vida, para generar tesoros importantes. El máximo logro mental que podemos alcanzar es la sabiduría, y la cúspide de la sabiduría es el amor sincero para Dios y hacia los demás. Las riquezas materiales se multiplican con dinero circulante, las riquezas espirituales se multiplican con amor circulante.

 

Hablar de lo verdaderamente importante en nuestra vida, implica entregar amor y recibirlo. Por ello debemos apreciar cada momento con quienes amamos. Valoremos los sabios consejos de nuestros padres, los alimentos que tenemos, el trabajo que soporta nuestra economía, incluso los problemas que nos acercan a Dios, las personas que nos aman y amamos, cada detalle del día por más simple que sea, debe ser contemplado por nuestro ser con toda la gratitud y alabanza para el Señor. Lo verdaderamente importante en nuestras vidas es: ser parte del Reino de Dios y por supuesto, nuestra salvación:

 

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?". Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre". Entonces, él le contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios". Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?". Jesús, mirándolos fijamente les dijo: "Es imposible para los hombres, más no para Dios. Para Dios todo es posible". (Marcos 10, 17-27).

 

Jesús fue muy claro en sus palabras: tener riquezas materiales no es el problema, el problema radica cuando una persona se aferra a lo material en perjuicio del amor a Dios y a quienes lo rodean. Si bien es cierto, el joven rico cumplía los mandamientos, y no era una mala persona, tenía un apego fuerte a sus riquezas materiales. No hacer el mal es adecuado, pero es perfecto cuando nos preocupamos por hacer el bien. La felicidad no consiste en despojarse de los bienes materiales, sino en despojarse del "apego" a estos bienes para luego entregarnos a Dios y a su amor, solamente así podremos disfrutar de riquezas espirituales con quienes nos rodean.

 

Jesús no manifiesta que las personas que tengan riquezas materiales no se salvarán, ya lo dice al final de la lectura bíblica compartida, por ello no es de extrañarse que personas quienes viven un apego obstinado a las cosas materiales, se encuentren con adversidades que toquen sus bienes, pero asimismo permiten que tengan un encuentro o reencuentro  con Dios.

 

Todos tenemos la oportunidad de salvarnos, pero si nos aferramos a las riquezas del amor, sin duda estaremos participando en el Reino de Dios, aún en nuestra vida terrenal. El Reino de Dios consiste en disfrutar a plenitud el amor, la paz, la libertad, el gozo en el Señor. Habrá quienes después de un proceso purificador - y quizá doloroso-, experimenten el Reino de Dios. Asimismo habrá quienes despojándose de las inquietudes materiales y viviendo amor sincero día a día, busquen a Dios como primicia de sus actos y estén viviendo ya el Reino de Dios dentro de este mundo. Un cristiano tiene estas dos alternativas para elegir.

 

Recuerda esto:

 

La vida es una bendición de Dios, y como tal, es muy valiosa como para desperdiciarla con apegos materiales injustificados, demos lo mejor de nosotros por amor. Los seres humanos podemos participar en el Reino de Dios dentro del propio mundo cuando nuestros ideales coincidan con el propósito de Dios para nosotros. Lo más grato de acumular riquezas de Dios es saber que no necesitamos dinero, pero sí de amor, de mucho amor.

 

Con afecto,

Javier.

 

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