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Seamos luz por medio del Espíritu Santo

La tercera Epifanía de Jesús, comprende su manifestación en las Bodas de Caná, haciendo su primer milagro público:

 

"Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la Madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la Madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su Madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: «Siempre se sirve primero el bu en vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él." (Juan 2, 1-11).

 

Jesús manifiesta su gloria en todo su esplendor con este milagro, al otorgar el mejor de los vinos. Y nuestra Madre María juega un papel importante en este acontecimiento. Nuestra Señora, intercesora, fiel a Jesús, nos muestra que los milagros son reales y se manifiestan de manera viva en nuestras vidas, cuando buscamos ser dóciles a las enseñanzas de Cristo, cuando hacemos lo que Él nos dice.

 

Desde luego, la manifestación de los milagros, es una experiencia que reúne a lo más puro de Dios, a su esencia: el Espíritu Santo actúa como llama viva para que cualquier manifestación divina se haga presente. Jesús, Rey de Reyes, lleno del Espíritu de Dios, pudo obrar milagrosamente en su camino por la tierra. 

 

Jesús hizo varios milagros, muchas personas tuvieron fe y creyeron en Él. Otros, como los fariseos, pusieron en tela de duda la obra de Jesús y atribuían sus milagros al enemigo, ofendiendo al verdadero origen del milagro: El Espíritu de Dios. Este relato se encuentra en el Capítulo 12 del Evangelio según San Mateo. Jesús fue muy claro en que no debemos ofender al Espíritu de Dios, antes bien, debemos apoderarnos de su Espíritu para poder dar frutos buenos: "Por eso les digo que todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el futuro. Supongan que el árbol es bueno: el fruto también será bueno. Supongan que el árbol es malo: el fruto también será malo. Porque el árbol se conoce por su fruto". (Mateo 12, 31-33).

 

En un mundo tan superficial, también podemos hallar personas que ya no crean en los milagros o que ya no sientan necesidad del poder de Dios para obrar en sus vidas. Por ello, quienes hemos conocido la riqueza de Dios y la abundancia de su Espíritu, estamos llamados a ser antorchas vivas para otras personas que viven en oscuridad. La luz de Dios es la que nos puede devolver la esperanza, la alegría y la acumulación de milagros día a día.

 

Los dones que Dios nos brinda por medio de su Espíritu son varios y a cada uno de nosotros se nos ha otorgado diferentes dones, mismos que deben ser puestos al servicio de los demás:

 

"Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como Él quiere." (1 Corintios 12, 4-11).

 

 

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

 

El Espíritu de Dios es quien obra en nosotros y nos brinda dones diversos, estos dones no deben esconderse, al contrario deben ser parte de nuestro crecimiento personal para alumbrar con ellos a otras personas. De los diversos dones que podemos tener, la Biblia nos muestra los principales dones del Espíritu Santo para anidar en nuestro interior, solamente así, los milagros reales podrán manifestarse en nuestras vidas:

 

"Sobre él reposará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor". (Isaías 11, 2)

 

Sabiduría: Es el don de comprender lo que favorece y lo que perjudica el proyecto de Dios y a nuestras vidas. (Referencia: Mateo 10, 19-20)

Entendimiento: Es el don que nos ilumina para asimilar la voluntad y las verdades reveladas por Dios.  (Referencia: Jeremías 24, 7)

Consejo: Es el don de saber discernir entre lo correcto e incorrecto, de saber orientar y escuchar. (Referencia: Isaías 11, 3-4)

Ciencia: Es el don de la ciencia de Dios y no la ciencia del mundo. Nos permite conocer el pensamiento de Dios sobre nosotros, por medio de su Espíritu (Referencia: 1 Corintios 2, 11).

Piedad: Es el don que nos permite actuar como Jesús, reconociendo que lo bueno que hacemos es por medio del Espíritu de Dios. (Referencia: 1 Corintios 12, 1-3)

Fortaleza: Es el don que nos hace valientes para enfrentar las dificultades  (Referencia: Isaías 41 ,10).

Temor de Dios: Es el don que nos mantiene respetuosos frente a Dios.  (Referencia: Proverbios 1, 7)

 

 

Recuerda esto:

 

El Espíritu de Dios nos llena de dones que nos permiten acumular grandes riquezas. Asimismo, el Espíritu de Dios es fuente viva de la manifestación de los milagros en nuestras vidas. El Espíritu Santo no puede ingresar en un corazón cerrado a Dios o que pone en tela de duda su poder. Por ello, la fe inquebrantable de un cristiano en el poder de Dios es el primer paso para los milagros.

 

Cuando el temor o la duda se hagan presentes en nuestras vidas, podemos recurrir a la oración, y qué mejor que esta oración incluya un acercamiento a nuestra Madre. ¡Quién mejor que María: Templo vivo del Espíritu Santo para acercarnos a Jesús, a los milagros divinos, tal como lo hizo en las bodas de Caná!.

 

Con afecto,

Javier.

 

 

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