· 

Mejorar el mundo cambiando desde nuestro interior

Cualquier ser humano que tenga algo de interés por sus semejantes, se ha planteado en algún momento de su vida, la siguiente interrogante: ¿Qué puedo hacer para mejorar el mundo?.

 

Cuando dejamos a un lado el egoísmo de nuestras vidas y vemos más allá de nuestro propio beneficio para comenzar a interesarnos por las necesidades de otras personas, estamos sembrando semillas de amor.

 

Al sembrar semillas de amor, los primeros en florecer, somos nosotros mismos, pues nuestros pensamientos son de victoria, de fe, de esperanza y de confianza en Dios.  Una actitud de victoria que otorga una fe sólida en la protección divina de Dios, será clave para transmitir a otras personas momentos de victoria y transformación.

 

En un mundo violento y dominado por estereotipos, el hecho de que una persona pueda mejorar el mundo suena casi imposible, entonces surge aquél pensamiento de derrota: "no estoy en condiciones de mejorar algo de este mundo". Este pensamiento no es de Dios, es un pensamiento de engaño. Desde nuestro interior, podemos mejorar al mundo. Dios es luz que vence a las tinieblas y como hijos del Altísimo debemos permanecer de pie, brillando por medio de Él:

 

"¡Levántate y brilla, porque llega tu luz y la Gloria del Señor amaneció sobre ti!" (Isaías 60, 1)

 

 

Aunque cueste creerlo, sí podemos mejorar al mundo con nuestros actos de bien. Nuestra fe debe ser más fuerte que cualquier sentimiento de oscuridad que ocurra en el mundo. Dios no quiere que por nuestra propia cuenta detengamos todas las guerras del planeta, o terminemos con el hambre mundial; pero sí estamos llamados a dar algo de nosotros para contribuir a soluciones en nuestro entorno. Estamos llamados a dar algo de alivio a otras personas, a hacer recapacitar a quienes podamos, a ser ejemplo de honorabilidad y respeto.

 

 

Si un acto violento de una persona, produce preocupación masiva; un acto de paz de una persona producirá frutos agradables a la humanidad. Quizá los actos de bien, amor y paz que la gente buena realice, no aparezcan tanto como primicia de los noticieros o las redes sociales, pero sin duda, tocarán muchos corazones y almas, pues el bien es un tesoro tan puro que no se mezcla con la violencia estándar que vivimos. Es decir, donde está presente Dios, no puede haber espacio para la violencia. 

 

Las personas que buscamos un encuentro con Dios, debemos tener presente sus mandamientos, y sabemos que toda la ley se resume en el amor: "«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". (Mateo 22, 36-39).

 

Solamente cuando tenemos plena conciencia de esta verdad, podremos ser generadores de paz.

 

La clave de la perfección es el amor. Quien vive de amor, vive en Dios, pues Dios es amor. El tiempo transcurrido en glorificar a Dios y en cuidar la salud del alma, no será nunca tiempo perdido, pues solamente así podremos ser luz en el mundo. Jesús fue muy claro en sus palabras:

 

"Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el Cielo". (Mateo 5, 14-16).

 

Si bien es cierto que podemos aportar con algo de nuestros recursos materiales y económicos para dar una alegría a quien lo necesite, el cambio principal empieza por adquirir tesoros espirituales en nuestros corazones y almas. Los pensamientos de victoria y bondad son fundamentales para la construcción de un mundo mejor. Que nuestra forma de pensar y actuar, busquen estos objetivos:

 

  • Respeto por la vida y la dignidad humana
  • Solidaridad y bienestar común 
  • Cuidado de la naturaleza
  • Igualdad de derechos
  • Esfuerzos por la paz
  • Fomentar a familias llenas de valores
  • Actitudes de amor (sonrisas alegres, gestos cordiales, escucha sincera, saludos amables).
  • Demostraciones de afecto y amor, sin reservas ni egoísmos
  • Ser agradecidos
  • Corregir con fraternidad a quien comete una ofensa
  • Oración constante por nuestra paz y por los demás
  • Visitar a quienes amamos
  • Celebrar las cualidades de los demás
  • Pedir en oración al Espíritu Santo para que guíe nuestros pensamientos y acciones en el mundo

 

Recuerda esto:

 

Dios mismo es quien nos brinda de su Luz para ser luz en el mundo. Si estamos con Dios, podremos cambiar nuestro interior para bien, y ser llamas de alegría para otras personas. En algún momento de la vida, habremos cambiado para bien, una parte del mundo, y es posible que ni lo hayamos notado.

 

Con afecto,

Javier.

Escribir comentario

Comentarios: 0